sábado, 16 de febrero de 2019

Sobre la toma de decisiones, por parte de los niños




Hace unos días, intercambiamos comentarios sobre distintas publicaciones que aludían al tipo de relación que mantenemos con los niños. Sobre su educación, su autonomía y sobre el respeto que debemos infundirles, hacia la familia, hacia los amigos y hacia las personas, en general. También, del que nosotros les debemos, a los niños, en todo momento.

Como consecuencia de las conversaciones mantenidas, hubo algunos comentarios que llamaron mi atención. Pero, todos ellos, sin excepción, me llevaban a tener que escribir sobre las decisiones de los niños.

Quisiera referirme a un mensaje que escribió Mariángeles: “La educación, y respetar para ser respetado, deberían bastar para que todo avanzara positivamente”. Afirmación con la que estoy de acuerdo, si bien, soy consciente de que puede haber variadas interpretaciones de esa frase. Todo dependerá de cuál sea el concepto que cada uno tenga acerca de la educación y del respeto.

Paloma sugirió que “sería interesante aclarar, en una publicación, el verdadero significado de esos dos términos”. Le comenté que no era tan sencillo, ya que coexisten diferentes criterios acerca de cómo debemos proceder al educar. (Si debemos permitir que los niños vayan creciendo en autonomía y responsabilidad, si hay que estarles diciendo qué es lo que deben hacer, si es conveniente repetirles mil veces lo que sucederá si no lo hacen, si deberemos protegerles de cualquier percance; e, incluso, evitar que tomen decisiones erróneas…) En cuanto al respeto, algunos piensan que los hijos deben acatar lo que dicen los padres, como si lo que ellos dijeran fuera infalible. Mientras que otros, creen que el respeto es mutuo. Que si mostramos respeto, en nuestro trato con el niño o el adolescente, éste aprenderá, a su vez, a respetarnos a nosotros, y a los demás.

Como podrán imaginarse, aclarar esos dos términos podría ser objeto de varios tratados. Debido a la importancia que tienen, en futuros escritos procuraré referirme a los mismos. Por el momento, me interesa dar unas pinceladas sobre un tema tan importante y extenso, como es la toma de decisiones por parte de los niños.

Algunas personas consideran que los niños, desde muy pequeños, merecen ser escuchados, que es conveniente que vayan tomando sus propias decisiones sobre aquellos temas en los que sea pertinente que lo hagan, de acuerdo con su edad. Otros, piensan que si permitimos que los niños tomen sus decisiones éstas no serán las más acertadas. Finalmente, hay quienes están convencidos de que los niños no pueden decidir, que no tienen nada que opinar ante lo que ordenan los adultos, ya que deben limitarse a obedecer. Son distintos puntos de vista.

Mi postura al respecto, es que conviene que los niños vayan aprendiendo a decidir y a solucionar los problemas que se les presenten, con cierta guía y con nuestra colaboración, ayudándoles a reflexionar sobre aquellos aspectos que no han tenido en cuenta, recordándoles ciertas normas y costumbres familiares, ayudándoles a que profundicen en los temas que llamen su atención.

Cuando escuchamos la opinión de los niños y fomentamos que, poco a poco, vayan adquiriendo más autonomía para tomar algunas de las decisiones que les afectan directamente, estamos mostrándoles que les respetamos y valoramos su opinión, aunque no siempre se pueda hacer lo que ellos proponen, por diferentes motivos plenamente justificados.

Hay quienes piensan que el hecho de permitir que los niños y adolescentes tomen sus propias decisiones conduce a la comisión de equivocaciones. Otras personas consideran que las decisiones que adopten puedan ser muy poco convenientes. Ante este planteamiento, se me ocurren diferentes temas a tener en cuenta. Lo primero que viene a mi mente es preguntarnos si las decisiones que toman los adultos por sus hijos, siempre son las más convenientes o acertadas. ¿Nunca se equivocan? ¿Son infalibles? Mi respuesta a esas preguntas es que no; ya que pueden cometer errores, tal como sucede en otros muchos ámbitos de la vida.

Tengo otro interrogante: ¿quién decide lo que es acertado, lo que está equivocado o lo que puede ser inconveniente? ¿Es el punto de vista del padre, o el de la madre, el que debe primar? ¿Será en función de los asuntos que se traten? En tal caso, ¿a quién corresponde tomar la decisión? ¿Y, los niños?  ¿Tienen algo que decir, al respecto?

Habrá un gran campo de actuación para que niños y adolescentes vayan entrenándose en decirnos lo que piensan de algo, lo que ellos harían o les gustaría hacer. Que nos señalen aspectos que ellos ven y en los que nosotros no habíamos reparado. También, hay muchas decisiones que ellos pueden tomar, por sí mismos, o con nuestra colaboración y guía.

En ocasiones, querrán decidir sobre asuntos que a ellos no les corresponde resolver. Yo no veo mal que tengan esta inquietud, pero no podemos dejar en sus manos  decisiones que son responsabilidad de sus progenitores o educadores. Aprenderán que hay ámbitos en los que pueden tener mayor autonomía para escoger; mientras que, en otros asuntos, tan solo podrán sugerir, opinar, preguntar y protestar. Todo lo cual, tendremos que tener en cuenta, a la hora de tomar una decisión.

No puedo estar de acuerdo en que, debido a su corta edad y poca experiencia, los niños tomen decisiones que no son convenientes para ellos. Como la de querer soltarse de nuestra mano, al cruzar una calle o en medio de una multitud, saltar desde una gran altura o montarse en una atracción no apta para menores. Querer ver una película no apta para ellos, sin nuestra supervisión y comentarios pertinentes. Jugar a videojuegos violentos o tener cuentas en las redes sociales, cuando todavía no están preparados para ello. Habrá otras decisiones que pueden hacer daño a otros, por lo que habría que someterlas a nuestro control o impedirlas: Jugar con objetos o en lugares peligrosos, pelearse con alguno de sus hermanos o compañeros, molestar o, peor aún, maltratar a los animales domésticos, así hasta un ilimitado número de acciones indebidas.

Contrariamente a lo expuesto en el párrafo anterior, soy partidaria de no limitar indiscriminadamente la toma de decisiones, por parte de los niños, con la excusa de que podrían equivocarse. Todos cometemos errores. Porque, al tomar un camino, no sabemos con absoluta certeza si conseguiremos lo que deseamos o si llegaremos a donde nos habíamos propuesto. Es el riesgo que debemos asumir, ya que es inevitable que salgan mal varias de las decisiones que tomemos. Ello, a pesar de haber tenido en nuestras manos la mayor información posible.

Lo que pretendo poner de relieve es la conveniencia de que los niños se vayan entrenando en la toma de decisiones y en la solución de problemas, desde que son pequeños. Donde proceda, con la tutela de sus padres y educadores. De no ser así, ¿cómo aprenderían a tener la suficiente autonomía y ser dueños de sí mismos, cuando sean adultos?




Imagen encontrada en internet:






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