La experiencia que adquirimos a través del transcurso del
tiempo, nos permite acumular información acerca de todos aquellos aspectos,
tanto positivos como negativos, que nuestras diferentes relaciones afectivas
nos hayan podido aportar.
Aunque, es posible que no seamos conscientes de ello,
procesamos los datos que obtenemos de nuestras experiencias, en nuestro
interior. Lo hacemos de una forma constante y, aun sin quererlo, extraemos conclusiones de muchas de las cosas
que nos tocó vivir, indistintamente que sean, o no, acertadas.
Sin ningún tipo de duda, nuestra subjetividad siempre estará
presente e influirá en la idea que tengamos sobre lo que nos hayan aportado las
diferentes relaciones que hayamos mantenido, en el pasado. Lo que echamos en
falta, los aspectos negativos que no quisiéramos volver a encontrarnos, y
aquello que nos parece imprescindible que ocurra en nuestras futuras relaciones.
Pocas veces, nos limitamos a observar y a analizar los
hechos de forma objetiva. Mezclamos lo que sucedió, con lo que experimentamos
en aquel momento, nuestras creencias personales, con lo que la sociedad dice
que debemos hacer, la fría realidad de lo que pasó, con nuestros fervientes
anhelos de crear un futuro diferente.
Siendo, lo anteriormente expuesto, válido para
cualquier tipo de relación, ya sea
familiar, de amistad, o de pareja, desearía centrarme en esta última, a partir
de ahora.
A veces, no sabemos con claridad qué es lo que
deseamos en una pareja. No podemos decir, con precisión, cómo quisiéramos que
fuera esa otra persona y los “requisitos” que nosotros consideramos necesarios
para encontrarnos a gusto con ella. En cambio, sí acostumbramos a hacer una
lista imaginaria de lo que no queremos en una relación. Tomamos en cuenta lo
que nos ha molestado, lo que nos ha hecho daño, lo que nos ha impedido que
seamos nosotros mismos o aquello que nos ha imposibilitado luchar por la
consecución de nuestros propios sueños. De alguna forma, queremos evitar que
nos vuelva a suceder la experiencia que ya superamos y deseamos “vacunarnos”
ante eventuales futuros fracasos sentimentales.
Porque, afortunadamente, estamos en condiciones de
saber cuáles son los elementos que no son negociables, lo que no estamos
dispuestos a sufrir de nuevo, lo que no queremos volver a vivir con otra
persona: los celos, el excesivo control del dinero, las faltas de respeto, el
maltrato psicológico o físico, la infidelidad, la ausencia de detalles, la
abstinencia sexual, que la pareja sea aburrida…
De igual manera, tenemos pleno conocimiento de las
cosas que sí apreciamos y de casi todo lo que para nosotros es importante.
Si nuestra lista de exigencias es demasiado grande,
será bien difícil encontrar a alguien con quien poder compartir nuestra vida. Es
imposible hallar una persona perfecta, que cumpla con la lista completa de
todos nuestros requisitos.
Teniendo en cuenta que las relaciones se van
desarrollando poco a poco, nuestra capacidad de observación y de análisis, nos
habrá de permitir apreciar los defectos o las carencias de la persona; y, por
consiguiente, ir poniendo una cruz en cada uno de los puntos de nuestra lista.
La relación entre dos seres no es estática, sino que
va evolucionando. Yo pienso que aparecerán suficientes oportunidades para hacer
un chequeo final a la lista y llegar a la conclusión que podemos aceptar la
relación, aun cuando tengamos que renunciar a algún punto que no sea
categóricamente relevante.