¿Qué podemos hacer para lograr que algunas personas
respeten ciertos límites, que, nosotros consideramos infranqueables? ¿Cómo
podemos explicarles que hay palabras, frases o comportamientos que no son de
nuestro agrado? ¿Cómo conjugar el respeto hacia la forma de ser del otro, con
nuestra libertad para expresar lo que nos molesta o lo que no estamos
dispuestos a aceptar, en una relación?
El término respeto
tiene un valor innegociable. Ahí, reside la clave para que podamos comunicarnos
y relacionarnos con los demás, sin sentir que perdemos parte de nuestra
identidad. A veces, se interpreta mal nuestra amabilidad y el deseo de evitar
ciertos roces. Si nos sentimos incómodos con algo, tenemos, no sólo el derecho,
sino el deber de expresarlo. Y, esperar que nuestro parecer sea aceptado.
Sé que, lo que estoy diciendo, ciertas personas no se
lo plantean como un problema, pues tienen la tendencia de cortar por lo sano
ante la presencia de dificultades en las relaciones. Otras, en cambio,
intentarán ser pacientes e irán en búsqueda de diferentes alternativas para
llegar a conservar una relación. Lo más grave, es que, algunas, están
dispuestas a permitir ciertos mensajes y comportamientos que les disgustan,
aceptando aquello que les molesta, que les hace sentir incómodas, que les
desagrada; incluso, todo aquello que les hiere profundamente.
Sería deseable que, los demás, captaran fácilmente lo
que les estamos diciendo y que fueran conscientes de que, si quieren continuar
con nuestra amistad o con el tipo de relación que nos vincula, deberían
respetar nuestros deseos. Que nos dieran a conocer, al propio tiempo, lo que
les gusta y lo que no. Y, que nosotros, respetásemos su voluntad, al mismo
tiempo.
A algunos, les será difícil aceptar que reconvenir a
gritos la libertad de opinión vulnera el
respeto debido a las personas. Pretender imponer por la fuerza el criterio de
uno mismo, atenta contra la consideración que debemos mantener hacia las ideas
de los demás, aun cuando no se compartan. Conculcar cualquiera que sea de los
compromisos asumidos, puede llegar a constituir una falta de respeto. De la
misma forma que lo es, pasarse los días criticando nimiedades, tocando las
narices y haciendo la vida imposible a los demás.
En repetidas ocasiones, habremos hecho indicación a
las personas que nos rodean, de cuáles son los límites que no deseamos que se traspasen.
No obstante, algunas, continúan vulnerándolos, sin prestar consideración alguna
a nuestros deseos. Muy al contrario, cuando les llamamos la atención, ellas se
sienten ofendidas y recurren al ataque personal. Con el ánimo de intentar
recuperar nuestra comunicación, dejamos transcurrir algún tiempo; pero, con
pesar, constatamos que vuelven a actuar de la misma forma, haciendo oídos
sordos a nuestras peticiones.
Al final, nos veremos con la triste necesidad de
admitir que existen personas a las cuales no les interesa actuar con el debido
respeto hacia los demás. Razón por la cual, tendremos que aceptar que sigan su
camino y queden al margen del grupo de seres con los cuales nos relacionamos,
por medio de una comunicación frecuente.
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