miércoles, 14 de marzo de 2018

Un difícil equilibrio: comunicarnos, sin perder el debido respeto



¿Qué podemos hacer para lograr que algunas personas respeten ciertos límites, que, nosotros consideramos infranqueables? ¿Cómo podemos explicarles que hay palabras, frases o comportamientos que no son de nuestro agrado? ¿Cómo conjugar el respeto hacia la forma de ser del otro, con nuestra libertad para expresar lo que nos molesta o lo que no estamos dispuestos a aceptar, en una relación?

El término respeto tiene un valor innegociable. Ahí, reside la clave para que podamos comunicarnos y relacionarnos con los demás, sin sentir que perdemos parte de nuestra identidad. A veces, se interpreta mal nuestra amabilidad y el deseo de evitar ciertos roces. Si nos sentimos incómodos con algo, tenemos, no sólo el derecho, sino el deber de expresarlo. Y, esperar que nuestro parecer sea aceptado.

Sé que, lo que estoy diciendo, ciertas personas no se lo plantean como un problema, pues tienen la tendencia de cortar por lo sano ante la presencia de dificultades en las relaciones. Otras, en cambio, intentarán ser pacientes e irán en búsqueda de diferentes alternativas para llegar a conservar una relación. Lo más grave, es que, algunas, están dispuestas a permitir ciertos mensajes y comportamientos que les disgustan, aceptando aquello que les molesta, que les hace sentir incómodas, que les desagrada; incluso, todo aquello que les hiere profundamente.

Sería deseable que, los demás, captaran fácilmente lo que les estamos diciendo y que fueran conscientes de que, si quieren continuar con nuestra amistad o con el tipo de relación que nos vincula, deberían respetar nuestros deseos. Que nos dieran a conocer, al propio tiempo, lo que les gusta y lo que no. Y, que nosotros, respetásemos su voluntad, al mismo tiempo.

A algunos, les será difícil aceptar que reconvenir a gritos la libertad de opinión  vulnera el respeto debido a las personas. Pretender imponer por la fuerza el criterio de uno mismo, atenta contra la consideración que debemos mantener hacia las ideas de los demás, aun cuando no se compartan. Conculcar cualquiera que sea de los compromisos asumidos, puede llegar a constituir una falta de respeto. De la misma forma que lo es, pasarse los días criticando nimiedades, tocando las narices y haciendo la vida imposible a los demás.

En repetidas ocasiones, habremos hecho indicación a las personas que nos rodean, de cuáles son los límites que no deseamos que se traspasen. No obstante, algunas, continúan vulnerándolos, sin prestar consideración alguna a nuestros deseos. Muy al contrario, cuando les llamamos la atención, ellas se sienten ofendidas y recurren al ataque personal. Con el ánimo de intentar recuperar nuestra comunicación, dejamos transcurrir algún tiempo; pero, con pesar, constatamos que vuelven a actuar de la misma forma, haciendo oídos sordos a nuestras peticiones.  

Al final, nos veremos con la triste necesidad de admitir que existen personas a las cuales no les interesa actuar con el debido respeto hacia los demás. Razón por la cual, tendremos que aceptar que sigan su camino y queden al margen del grupo de seres con los cuales nos relacionamos, por medio de una comunicación frecuente.



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