Teniendo como referencia el libro de Walter Riso, “¿Amar o depender?”, que ya utilicé para dos
escritos anteriores, me permitirán continuar con mis reflexiones sobre la
dependencia emocional.
Recordarán que, en el primero de ellos, “Un amor dependiente produce,
siempre, un gasto excesivo de energías”, decía que cuando dependemos
de otra persona, renunciamos, en parte, al amor y al respeto por
nosotros mismos, así como a muchos elementos de nuestra propia
esencia. Lo hacemos, con tal de permanecer a su lado, o por el deseo de
preservar lo bueno que pueda ofrecernos esa relación. Como contrapartida,
dejamos de desarrollar aptitudes y habilidades, las cuales, paradójicamente,
podrían ayudarnos a ser menos dependientes.
En el segundo, “Inmadurez emocional:
algunos ejemplos de dependencia”, encontramos que la inmadurez emocional
implica una perspectiva ingenua e intolerante ante ciertas situaciones de la
vida. Especialmente, hacia aquello que supone un reto, lo que resulta
incómodo y lo que es negativo. Quienes no hayan desarrollado un
grado de madurez adecuado, tendrán dificultades ante el sufrimiento, la
frustración y la incertidumbre. Mostrarán escaso autocontrol y
autodisciplina.
En esta ocasión, deseo ir un paso más allá y referirme a algunos
elementos de las relaciones, a los cuales, nos apegamos.
Para que haya apego, o dependencia, debe haber algo que lo justifique: querer
evitar lo que nos causa dolor, o mantener una situación
que nos produce satisfacción.
El apego en el que estemos inmersos, dependerá de la educación que hayamos
recibido, de nuestra historia afectiva, de los valores que nos hayan inculcado,
o de ciertas carencias personales que podamos tener. Nunca, de la elección que
hayamos querido hacer nosotros, voluntariamente.
Apego a la seguridad y a la protección
Las personas con baja autoeficacia, sienten que no son capaces
de solucionar por sí mismas los problemas que se les presentan y perciben la
realidad como demasiado amenazante. Creen que necesitan de
alguien que les cuide, que se haga responsable de ellas, que les proteja, que
les dé seguridad.
Las raíces de este apego pueden encontrarse en la sobreprotección parental,
así como en la falta de apoyo, durante su crecimiento, para que vayan
adquiriendo seguridad en sí mismas. De alguna forma, se les ha transmitido la
idea de que el mundo es hostil y peligroso, que necesitan de alguien que les
ayude y les proteja. Sentirse incapaces de valerse por sí mismas para
solucionar sus problemas y estar convencidas de que el mundo es terriblemente
amenazante, hace que las personas se perciban a sí mismas como indefensas,
desamparadas y solitarias. La consecuencia de todo ello es predecible: no
se sentirán con autonomía y libertad, y, por tanto, fácilmente
desarrollarán comportamientos dependientes.
El apego a la estabilidad, a la permanencia, a tener a alguien en
quien confiar
En ciertos individuos, la búsqueda de estabilidad está asociada a un
profundo temor al abandono y a una hipersensibilidad al rechazo afectivo.
Necesitan confiar en que la otra persona permanecerá cerca, que es estable,
constante, predecible y perseverante en la relación.
La historia afectiva de estas personas está marcada por despechos,
infidelidades, rechazos, pérdidas o renuncias amorosas que no han podido ser
procesadas adecuadamente. Lo primordial para quienes tienen este tipo de apego
es impedir otra deserción afectiva. El objetivo es mantener la
unión afectiva a cualquier costo y que la historia no vuelva a repetirse.
Apego a las manifestaciones de afecto
En este tipo de apego, aunque indirectamente también se busca estabilidad,
el objetivo principal no es evitar el abandono sino sentirse amado.
Son personas con baja autoestima, que se sienten valiosas cuando alguien
les ama, cuando les dan muestras de afecto.
El cariño, la ternura y otras manifestaciones de afecto serán vistos por el
apegado como señales de que el amor aún está presente. Si la expresión de
afecto disminuye por cualquier razón, incluso intrascendente, el individuo
adicto puede volcarse desesperadamente a recuperar "el amor perdido",
como si la relación estuviera a punto de desbaratarse. Si por el contrario el
intercambio afectivo es fluido y estable, el adicto obtendrá su consumo
personal y todo volverá a la calma.
El apego al halago y a la admiración
El apego a la admiración está muy relacionado con los problemas de
autoconcepto. El autoconcepto es la opinión que una persona tiene sobre sí
misma, y qué tanto se acepta a sí misma. En un extremo están los narcisistas
crónicos, que se creen como dioses, y en el otro, los que viven
defraudados de sí mismos, y se sienten insignificantes. Tengamos en cuenta que
ese complejo de superioridad de los narcisistas suele querer disimular un bajo
autoconcepto, que subyace en el fondo. Necesitan del halago y de la admiración
para poder seguir manteniendo la idea que ellos se han creado de sí mismos.
Por lo que respecta a quienes se sienten insignificantes y viven
defraudados de sí mismos, el apego es al reconocimiento y la adulación. Si
alguien les muestra admiración y algo de fascinación, el apego no tarda en
llegar. Exaltar el ego de una persona que se siente poca cosa, elogiar sus
cualidades, otorgarle crédito y asombrarse ante alguna de sus habilidades que,
nunca, le habían sido reconocidas, lleva a esta persona a sentir apego a esa
admiración.
El apego "normal" al bienestar y al placer de toda buena relación
Ciertas formas de dependencia, o apego, son vistas como
"normales" por la cultura, e incluso por la psicología. Esta
evaluación benévola y complaciente tiene dos vertientes. La primera, argumenta
que la existencia de estas "inocentes" adicciones ayuda a la
convivencia. La segunda posición, sostiene que muchos de estos estimulantes
afectivos no parecen relacionarse con esquemas inapropiados, sino con el simple
placer de consumirlos. De todas formas, su frecuente utilización y la
incapacidad de renunciar a ellos, los convierte en adictivos.
Los reforzadores que se obtienen de una buena relación varían de acuerdo
con las preferencias del consumidor; sin embargo, la experiencia ha demostrado
que algunas formas de bienestar interpersonal son especialmente susceptibles a
generar apego. Señalaré cuatro de ellas: el sexo, los mimos
y la contemplación, el compañerismo y la afinidad. Y, finalmente, la
tranquilidad.
Como es sabido, el apego sexual mueve montañas,
derriba tronos, cuestiona vocaciones, quiebra empresas, destruye matrimonios y
familias… Encantador y fascinante para algunos; angustiante y preocupante para
otros. Cuando la adicción sexual es de parte y parte, todo anda a pedir de
boca. La relación se vuelve casi que indisoluble. Pero si el apego es
unilateral y no correspondido, el que más necesita del otro lo pasará mal y
terminará por buscar otra alternativa, sin saber adónde le va a llevar.
El apego a los mimos y a la contemplación puede
estar libre de todo apego sexual y de cualquier esquema deficitario. Ya sea por
causas heredadas o aprendidas, la hipersensibilidad a los arrumacos pone en
marcha un alud placentero, imposible de detener, que se irradia hasta los
lugares más recónditos de nuestro organismo.
Contrariamente, para las personas inhibidas, tímidas, inseguras e
introvertidas, la expresión de afecto puede ser el peor de los terrores.
Hay infinitas maneras de demostrar el afecto a la persona que se quiere,
pero debe haber un receptor disponible. Cuando el dador de amor encuentra un
terreno propicio para que la contemplación prospere, no hay nada más
estimulante que cuidar y agradar a la persona amada.
El apego al compañerismo y a la afinidad es mucho
más fuerte de lo que uno podría creer. Hay personas supremamente apegadas, cuyo
único y principal enganche es la confluencia de sus gustos e inclinaciones. No
es fácil ser compañero, confidente y cómplice, pero si este nexo ocurre, la
unión adquiere una solidez sustancial.
El apego a la convivencia tranquila y en paz es de
los más apetecidos, sobre todo después de los cuarenta años. Se está dispuesto
a cambiar pasión por tranquilidad, y se prefiere la calma hogareña a las
emociones fuertes.
Bibliografía: Walter Riso, “¿Amar
o depender?”
Un amor dependiente produce, siempre, un gasto
excesivo de energías. Para acceder a él:
http://undiaconilusion.blogspot.com.es/2015/12/un-amor-dependiente-produce-siempre-un.html
Inmadurez emocional: algunos ejemplos de
dependencia. Para poder leerlo:
http://undiaconilusion.blogspot.com.es/2015/12/inmadurez-emocional-algunos-ejemplos-de.html
Imagen: Cuadro de Katerina Mertikas