jueves, 31 de marzo de 2016

Inmadurez emocional: identificación de los rasgos básicos




Hace unas semanas, una amiga mía me preguntó cuáles eran los signos básicos por los que se podía descubrir la inmadurez en una persona. Me propongo resumir, aquí, algunos de ellos.

La inmadurez emocional implica una perspectiva ingenua e intolerante ante ciertas situaciones de la vida. Especialmente, hacia aquello que supone un reto, lo que resulta incómodo y lo que es negativo. Quienes no hayan desarrollado un grado de madurez adecuado, tendrán dificultades ante el sufrimiento, la frustración y la incertidumbre. Mostrarán escaso autocontrol y autodisciplina. 

Las personas que no son fuertes ante el sufrimiento, fácilmente se darán por vencidas ante las dificultades, y no se esforzarán lo necesario para resolver sus problemas. Se han acostumbrado a que otras personas hagan lo que ellos necesitan, por lo que ellos no desarrollan sus propias habilidades para ocuparse de sí mismos. Por otro lado, si se sienten incapaces de afrontar lo que puede ser desagradable o difícil, y buscan desesperadamente el placer, el riesgo de adicción es alto.

Las personas que tienen una baja tolerancia a la frustración, por lo general piensan que la vida gira alrededor de ellas. Son egocéntricas y se sienten muy mal cuando las cosas no se desarrollan como ellas quisieran. Son como niños pequeños que no entienden que a veces se pierde y que no podemos hacer nada para cambiar eso. Lo único que podemos hacer es aceptar lo que ha sucedido y continuar con nuestras vidas. Para ellas, es difícil darse cuenta de que les es imposible tener el control sobre el resto del mundo.

Otra manifestación de la inmadurez es tener una ilusión de permanencia. Creyendo que, siempre, van a tener cerca de ellas esa persona que les proporciona lo que necesitan, aquello que les resuelve sus problemas y les salva de sus propios miedos. Es muy difícil renunciar, y dejar ir, a las personas que son importantes para ellas. No aceptan los cambios que se producen en una relación, por lo que quieren, poniendo de manifiesto toda su intransigencia, que las cosas continúen como antes. Y, eso es imposible. Todo está en un continuo proceso de cambio. Y, nosotros, también lo estamos.







To read it in the English blog, please, go to the above link:

Para leerlo en el blog en inglés, por favor, accede al siguiente enlace:

http://letushaveanicedaytoday.blogspot.com.es/2016/03/emotional-immaturity-most-basic-features_31.html




viernes, 25 de marzo de 2016

El carpintero fiel





Si me lo permiten, hoy quisiera referirme a un cuento que llamó poderosamente mi atención, cuando lo leí. Intenté, sin éxito, averiguar quién era el autor del mismo y tuve que concluir que la historia en cuestión sería anónima. En esta búsqueda, encontré otros textos del mismo cuento que introducían pequeñas variaciones. A la vista de lo cual, me he permitido la licencia de hacer yo, lo mismo.


UN PUENTE ENTRE HERMANOS

Cuenta una historia, que dos hermanos eran vecinos, el uno del otro. Habían vivido en total armonía, durante más de cuarenta años. Si bien los hermanos vivían en granjas separadas, habían cultivado sus tierras, hombro con hombro. Habían compartido la maquinaria, habían intercambiado los bienes y el producto de su trabajo, de manera continuada. Los dos juntos, formaban un gran equipo.

Pero, un día, comenzó un pequeño malentendido entre ellos, que fue creciendo y creciendo, hasta que terminó explotando en un intercambio de palabras amargas, que fueron seguidas por semanas de silencio.

Era el primer problema serio que surgía entre ellos.

Una mañana alguien llamó a la puerta de Luis, el hermano mayor. Al abrir la puerta, encontró a un hombre que llevaba herramientas de carpintero.

-Estoy buscando trabajo por unos días -dijo el extraño-. Quizás usted requiera algunas pequeñas reparaciones aquí, en su granja y pueda serle de ayuda en eso.

-Tengo un trabajo para usted -contestó, el hermano mayor-. Al otro lado del arroyo, en aquella granja, vive mi vecino. ¡Bueno! De hecho, es mi hermano menor. La semana pasada había una hermosa pradera entre nosotros, pero él desvió el cauce del arroyo para que separara nuestras granjas. Estoy seguro que hizo esto para enfurecerme. Pero, le voy a hacer algo que será mucho mejor. ¿Ve aquella pila de desechos de madera junto al granero? Quiero que construya una cerca de dos metros de altura. ¡No quiero verlo nunca más!

El carpintero le dijo: "¡Creo que comprendo la situación!
Muéstreme dónde están la madera, los clavos y las herramientas y le entregaré un trabajo que le dejará satisfecho". 

Acto seguido, el hermano mayor ayudó al carpintero a reunir todos los materiales y
se ausentó de la granja, por el resto del día, para ir al pueblo, en busca de provisiones.

El carpintero trabajó duro todo el día midiendo, cortando y clavando los trozos de madera. A la puesta del sol, cuando el granjero regresó, el carpintero acababa de terminar su obra. El granjero quedó atónito.  ¡No había ninguna cerca de dos metros! En su lugar, había un puente que atravesaba el arroyo y unía las dos granjas. Era una fina pieza de arte, con pasamanos y todo lujo de detalles.

En aquel preciso momento, vio que su hermano menor cruzaba el puente, hasta llegar adonde él estaba. Con los ojos llenos de lágrimas por la emoción que le embargaba, le abrazó, diciéndole:

-Me demuestras que eres una gran persona, al mandar construir este hermoso puente. Quiero darte las gracias y pedirte perdón por todo lo que te he hecho y dicho.

Estas palabras llegaron al fondo del corazón del hermano mayor, el cual se dio cuenta del gran error que hubiera cometido, si el carpintero hubiese cumplido su encargo. Desechando el más remoto rencor que pudiera haber albergado su alma, correspondió al abrazo diciendo:

-También yo quiero que me perdones, hermano, por el daño que mi comportamiento te haya podido producir. Procede, ahora, que olvidemos lo que ha pasado y proyectemos un nuevo futuro, juntos.

Mientras se reconciliaban, se dieron cuenta de que el carpintero estaba recogiendo sus herramientas y se preparaba para marcharse.

-¡No, espera! -exclamó, el hermano mayor, dirigiéndose al carpintero-
. Quédate unos cuantos días más. Tengo muchos proyectos para ti.

-¡Me gustaría quedarme! -contestó, el carpintero- Pero, ¡tengo muchos puentes por construir!


Hay ciertas situaciones, en la familia, en la pareja o con los amigos, que nos producen un profundo malestar y que, en ocasiones, desafortunadamente, se prolongan por años y años... En lugar de hablar, lo más pronto posible, sobre lo que ha ocurrido, sobre lo que nosotros hemos interpretado de lo sucedido, y las emociones que eso produjo en nuestro interior, dejamos que toda esa negatividad anide en nosotros. Algunas veces, la otra persona desconoce qué fue lo que pasó, o qué parte de lo que pudo decir, o hacer, pudo herir al otro.

En ocasiones, estos conflictos se van volviendo crónicos y muy difíciles de resolver. Si se deja pasar demasiado tiempo, puede llegar un momento en el que aprendamos a vivir sin esa relación, lo cual es, ciertamente, una pena.

A veces, nos encontramos con algunas personas que, aun queriendo que estos conflictos se superen, creen que, con sólo encontrarse, saludarse y hablar unas pocas palabras de algo ajeno al propio conflicto, se pueden superar las tensiones existentes. Personalmente, creo que es un gran error.

Otras personas, entre las que yo me incluyo, consideran que hay que hablar sobre lo que causó el distanciamiento. Conviene reconocer cómo nos hemos sentido, unos y otros. Es necesario averiguar por qué motivo adoptamos la postura que hemos sostenido durante semanas, meses, o años. Cuando escuchamos a la otra persona, y tenemos la oportunidad de expresar lo que hemos ido guardando en nuestro interior, experimentamos un efecto liberador.

Muchos de los problemas interpersonales surgen como consecuencia de la interpretación que hacemos de los hechos. Los cuales, suelen adquirir mayor gravedad como consecuencia del diálogo interior que nosotros mantenemos, al respecto de los mismos. Sin tener en cuenta de que el hecho es objetivamente uno, independientemente de la proyección que, cada cual quiera darle, desde su punto de observación.

Tratemos de ser constructores de puentes. Tanto cuando el conflicto nos afecte directamente, como de una forma indirecta. No echemos más leña al fuego. Pensemos, más bien, qué podemos hacer nosotros para que algunos problemas se aclaren, para que las personas se reencuentren.  Al menos, para que el dolor que sienten algunos se reduzca. Lo deseable es que aprendamos a pasar página, a ver que el otro también tenía sus razones para actuar como lo hizo, pero que, si persistimos en mantener las mismas posturas, no llegaremos a ninguna parte. Aprendamos a perdonar, y a entender que a todos nos ha dolido la situación. Que, seguramente, todas las personas involucradas tienen su propio dolor, y se han sentido injustamente tratadas. Hay conflictos en los que no importa quién tiene razón, sino qué haremos para superar lo que nos ha mantenido distanciados.

¡No se trata de levantar murallas! ¡Se trata de derribarlas! En todo caso, lo más gratificante, ¡es construir puentes!








viernes, 18 de marzo de 2016

Cuando somos emocionalmente dependientes




Un amigo me pidió que escribiera un artículo sobre el tema de la dependencia emocional, para publicarlo en mi blog en inglés, ya que le interesaba compartirlo con una amiga.

He pensado que, también a ustedes, les pueda interesar recordar algunas ideas básicas al respecto, por lo que me he permitido presentarles la versión equivalente, en español.

Podemos afirmar que somos emocionalmente dependientes cuando dos de nuestros más importantes pilares para alcanzar la felicidad -como son nuestros sentimientos de seguridad y de valía personal- se encuentran a merced de la aprobación, la atención y el amor de otra persona.

De igual manera, cuando dejamos de perseguir lo que nos hace disfrutar de la vida, lo que nos da seguridad y fortalece nuestra autoestima. Cuando nuestro mundo se empequeñece y cuando estamos convencidos de que lo que necesitamos, es lo que la otra persona nos pueda dar. Cuando no tenemos confianza en nosotros mismos, en nuestra capacidad para poder alcanzar gran parte de lo que deseemos.

En caso de que decidamos depender de otros, estamos renunciando al amor y al respeto por nosotros mismos, así como a muchos elementos que forman parte de nuestra propia esencia. Hacemos todas estas cosas, con tal de permanecer cerca de ellos, o por el deseo de conservar lo positivo que estas personas puedan proporcionarnos. Como contrapartida, dejamos de desarrollar aptitudes y habilidades, las cuales podrían ayudarnos a ser menos dependiente, paradójicamente.

La dependencia emocional es una adicción y es difícil superarla. Algunas veces, ni siquiera la reconocemos como algo que está mal, pues está muy extendida en la sociedad. Muchas de las canciones que escuchamos, gran número de las películas que vemos, muchos de los libros que leemos, así como la educación que hemos recibido, parecen decirnos que el verdadero amor debe ser dependiente. No importa si nos referimos al amor de familia, al amor a los padres, al amor de pareja o al que profesamos a los amigos.

Desear algo, con todas nuestras fuerzas, no es malo. Pero, es un terrible error, convertirlo en imprescindible. El problema se presenta cuando somos incapaces de renunciar a esta persona y damos continuidad a la relación. Incluso, aunque todo parezca indicar que deberíamos alejarnos de ella.

Desgraciadamente, muchas personas piensan que no vale la pena vivir si no gozan de la atención, la aprobación y el amor de la persona a la cual están apegadas. Se sienten realmente mal cuando notan el distanciamiento y, aún mucho peor, cuando la otra persona les abandona. Es entonces, cuando sufren algo parecido a un síndrome de abstinencia; demostración irrefutable de que existe dependencia emocional.






To read it in English: 

http://letushaveanicedaytoday.blogspot.com.es/2016/03/when-are-we-emotionally-dependent.html



viernes, 11 de marzo de 2016

El desarrollo de nuestra autonomía nos hace menos dependientes




Otro de los elementos primordiales para evitar caer en la dependencia emocional, descansa sobre el perseverante desarrollo de nuestra autonomía; la cual nos sirve para superar los apegos, en el caso de que se hayan instalado en nuestro interior.

Comenzaré diciendo que, en mi opinión, la educación debe estar mucho más orientada a fomentar la autonomía de todos nosotros, tanto la que recibimos en el ámbito familiar, como la que se imparte desde el sistema educativo.

Desafortunadamente, por entender mal su papel como educadores, por comodidad o por ignorancia, resulta fácil deducir que se fomenta, de una manera muy limitada, el desarrollo de la autonomía. Por no denunciar la tendencia de ahogar cualquier atisbo de autonomía que pueda surgir en los hijos, o en los alumnos, por considerarlo una falta de respeto y un deseo de salirse de las normas establecidas. Entendamos que, de este modo, mal futuro tienen los niños, los jóvenes y los adultos, para aprender a ser cada vez más autónomos.

Para tener una actitud positiva hacia la exploración del ambiente, de la cual  hablaba en mi anterior escrito, también es necesario que desarrollemos la autonomía personal.

Encuentro muy interesante constatar cómo, en el proceso de nuestro desarrollo psicológico, cuando mejoramos en alguna habilidad -ya sea la autonomía, la autoestima, la asertividad, la exploración del ambiente…- obtenemos, al propio tiempo, un avance en las demás.

Me permitiría apuntar que el desarrollo de la autonomía personal no es una función neurológica, como pueda ser aprender a caminar, sino que se produce de acuerdo a los aprendizajes y experiencias previas. Se aprende a ser autónomo.

La autonomía psicológica comporta la capacidad de una persona para ser consciente de sus propios deseos, necesidades y emociones. Implica, igualmente, la necesidad de reflexión, para averiguar su significado y su origen, de manera que pueda tomar decisiones conscientes. Las cuales, habrán de ayudarla a alcanzarlos, posponerlos, o renunciar a ellos, si lo considera aconsejable.

La persona autónoma se conoce a sí misma, conoce sus posibilidades, al igual que sus limitaciones. Elabora sus propias definiciones de lo que es una vida feliz y satisfactoria. Escoge los valores y principios que le servirán de guía. Establece sus propias metas y objetivos. Decide, de forma racional y consciente, aquello que desea conseguir. Y hace todo lo que está en sus manos para lograrlo.


Somos más autónomos, cuando:

Resolvemos ser dueños de nuestra propia vida, escogiendo lo que consideramos que es positivo para nosotros. Cuanta más decisión mostremos para hacer las cosas que nos atañen, mayor seguridad hallaremos, en nosotros mismos.

Somos autosuficientes: buscamos y nos proporcionamos aquello que necesitamos.

Decidimos hacer esas actividades que no nos atrevíamos a hacer; por miedo, por falta de confianza en nuestras propias habilidades, o porque las habíamos delegado en otras personas.

Aprendemos a establecer y a defender nuestro propio espacio, frente a las demás personas. Valorando lo que es propiamente nuestro y cuáles son las cosas que nos pertenecen: nuestros amigos, nuestro tiempo, nuestros pensamientos, nuestros sueños… Respetamos lo que consideramos propio, y hacemos lo posible porque los demás también lo respeten.

Estando en compañía o en soledad, disfrutamos de esos momentos de tranquilidad, dedicando nuestro tiempo, según nuestras prioridades. Estar en soledad, de forma voluntaria, trae varias ventajas: llegamos a conocernos mejor, no necesitamos la aprobación de los demás y trabajamos sin la necesidad de establecer ninguna competición con otros, sin compararnos, estando al amparo de las críticas. La persona que es autónoma, no le teme a la soledad; la busca, de vez en cuando. En cambio, para un adicto afectivo el peor castigo es el alejamiento. Para quienes tienen dependencia emocional, la soledad puede significar desamparo, abandono, desamor…


Necesitamos creer en nosotros mismos, confiar en nuestras propias capacidades y pensar que podemos realizar lo que nos proponemos hacer. He aquí el camino para poder actuar con autonomía.






martes, 8 de marzo de 2016

Cómo podemos superar el apego afectivo




Cuando me propuse compartir con ustedes las ideas que Walter Riso expone en su libro “¿Amar o depender?”, sobre apego y dependencia emocional, me interesaba, muy especialmente, la parte que se refiere a desarrollar habilidades que eviten que seamos dependientes, o que contribuyan a la superación de los apegos.

Desafortunadamente, la educación, las canciones, las películas y muchos de los mensajes que recibimos a diario, parecen estar fomentando la existencia de dependencia emocional, en lugar de ayudar a prevenirla. No facilitan el desarrollo de conductas alternativas que eviten la tendencia a los apegos.

Quedémonos con una idea: el apego puede prevenirse. Podemos crear inmunidad a las adicciones afectivas, y relacionarnos de una manera sencilla y tranquila. Podemos amar sana, profunda y enriquecedoramente.

Un asunto que es importante, para nuestro desarrollo como personas autónomas y dueñas de nosotras mismas, es la conveniencia de que nuestros diferentes roles, en la vida, estén debidamente equilibrados. Muchas personas se centran en uno o dos, y descuidan los otros. Esto puede propiciar el desarrollo de apegos, malestar, y que algunas de nuestras relaciones personales sufran las consecuencias. Hay quienes se centran, casi exclusivamente, en la familia, o en la pareja, o, en todo caso, en el trabajo. Sin embargo, conviene tener siempre bien presente, que somos mucho más que hijos, amigos, pareja, empleados… Si vivo exclusivamente para alguien, si reduzco todas mis opciones de alegría y felicidad a una sola relación, destruyo mis posibilidades en otros muchos aspectos que son igualmente importantes para mi crecimiento interior.

Es importante que fomentemos un estilo de vida que nos ayude a ser más autónomos, a confiar más en nosotros mismos y en nuestras habilidades. A descubrir, o a retomar, actividades que nos ayuden a ampliar nuestros gustos y nuestros horizontes, y encontrar aquellas actividades que nos agradan especialmente, a las cuales convendría que les dedicáramos parte de nuestro tiempo y de nuestras energías.

Si nuestro mundo personal es reducido, si nuestro tiempo se lo dedicamos a unas pocas actividades, y nos centramos, exclusivamente, en algunas relaciones, existen muchas probabilidades de que surjan los miedos limitantes, así como la necesidad de otras personas, para que nos ayuden a superar nuestros problemas. Por tanto, los apegos y la dependencia emocional.

Esto nos lleva a recorrer otro camino bien diferente. Debemos abrir nuestra mente a nuevas y distintas actividades, a relacionarnos con otras personas que puedan proporcionar bienestar y riqueza a nuestras vidas. Cuanta más amplitud de miras tengamos, más autónomos seremos, no dependeremos de otras personas y nos relacionaremos mucho mejor.

Para superar el apego, es fundamental que mejoremos nuestra capacidad de explorar el mundo, descubriendo nuevas actividades que nos den satisfacciones. Que potenciemos al máximo nuestra autonomía, aprendiendo a realizar, por nosotros mismos, actividades que, antes, no nos atrevíamos a desarrollar, si no era en compañía. Y que busquemos con denuedo, hasta encontrarlas, aquellas actividades u ocupaciones que contribuyan a dar mayor sentido, y plenitud, a nuestra vida.

En el presente escrito, me permitiré referirme, únicamente, al Principio de la Exploración, según denominación del propio Walter Riso.

Aunque en todos existe cierto miedo a lo desconocido, éste es mucho mayor en las personas que se aferran al pequeño mundo que conocen: su familia, su pareja, un trabajo determinado… Debido a su inmadurez emocional prefieren aferrarse a lo conocido; les paraliza la idea de perder lo que tienen, que es lo único que les hace sentirse seguros.

Conviene evitar lo que sucede en muchas relaciones donde, equivocadamente, se entra en una especie de anulación de una de las personas, cuando no de una anulación mutua; donde cada uno absorbe al otro hasta que desaparece gran parte de su esencia, y de su potencial. Sólo ven por los ojos de la otra persona.  

Buscando el termino absorber en un Diccionario de Sinónimos, encontramos que es atraer, cautivar, hechizar, subyugar, dominar, encandilar, fascinar. // Chupar, embeber, secar, empapar, impregnar. // Acaparar, monopolizar, centralizar. // Consumir, gastar, engullir.

Con sólo leer los anteriores sinónimos ¡me entra una angustia aterradora! ¡Pensar que eso es lo que hacen muchas personas en sus relaciones! ¡Absorber, o dejarse absorber!

Es urgente empezar a ponerle remedio, si algo de ello sucede en nuestras vidas. Ayudemos a otros a que sean autónomos, para que puedan rodearse de relaciones que sumen, no que resten.

¿Quién dijo que para establecer una relación afectiva uno debe encarcelarse? ¿De dónde surge esa idea de que el amor implica estancamiento? ¿Por qué algunas personas, al enamorarse, pierden sus intereses vitales? ¿El amor debe ser limitante? ¿Realmente el vínculo afectivo requiere del sacrificio de nuestra propia identidad? Amar no es anularse, sino crecer los dos como personas, contribuyendo a su mutuo desarrollo. A un crecimiento donde las individualidades, lejos de opacarse, se transparenten.

El principio de la exploración sostiene que los humanos tenemos la tendencia innata a indagar y explorar el medio. Somos descubridores natos. Si pierdo la capacidad de escudriñar, husmear y sorprenderme por otras cosas, quedaré atrapado en la rutina. Tengamos en cuenta que el bienestar, la diversión, la alegría… no están localizados en un solo punto, sino que se pueden obtener de muy diversas formas.

Puedes querer profundamente a alguien. Y, al mismo tiempo, disfrutar de una tarde de sol, comer helados, salir a pasear, ir a un cine, estudiar, investigar sobre tu tema preferido, asistir a conferencias, viajar... Podemos dispersar el placer, y multiplicar las actividades de las cuales disfrutar y enriquecernos, sin dejar de amar a quien amas, sin cumplir con aquello que debes hacer y sin perderte a ti mismo.

Las personas que se atreven a hacer diferentes actividades, adquieren mayor confianza en sí mismas, y generan más tolerancia al dolor y a la frustración.

Una actitud orientada a la audacia, y al experimentalismo responsable -hacer diferentes actividades, siempre y cuando no sea dañino ni para uno ni para otros- asegura el descubrimiento de nuevas fuentes de distracción, disfrute, interés y diversión. A la vez que se dispersa, el placer aumenta y desaparece la tendencia a concentrar todo en unas pocas actividades y personas.

Explorar hace que la mente se abra, se flexibilice y disminuya la resistencia al cambio.

Al curiosear en la naturaleza, las ciencias, la religión, la filosofía, y en la vida misma, uno se da cuenta de que nadie tiene la última palabra. Se aprende a tener espíritu crítico, y a confiar en el propio criterio. Aparece un escepticismo sano y la interesante práctica de preguntarse el porqué de las cosas.

El principio de la exploración te aporta felicidad y ganas de vivir. Un individuo activo y dispuesto a vencer la rutina no creará tan fácilmente dependencia ni apegos. Será capaz de amar, pero no resistirá las ataduras. 





Bibliografía: Walter Riso, "¿Amar o depender?"

viernes, 4 de marzo de 2016

¿A cuáles elementos de las relaciones nos apegamos?




Teniendo como referencia el libro de Walter Riso, “¿Amar o depender?”, que ya utilicé para dos escritos anteriores, me permitirán continuar con mis reflexiones sobre la dependencia emocional.

Recordarán que, en el primero de ellos, “Un amor dependiente produce, siempre, un gasto excesivo de energíasdecía que cuando dependemos de otra persona, renunciamos, en parte, al amor y al respeto por nosotros mismos, así como a muchos elementos de nuestra propia esencia. Lo hacemos, con tal de permanecer a su lado, o por el deseo de preservar lo bueno que pueda ofrecernos esa relación. Como contrapartida, dejamos de desarrollar aptitudes y habilidades, las cuales, paradójicamente, podrían ayudarnos a ser menos dependientes.

En el segundo, “Inmadurez emocional: algunos ejemplos de dependencia”, encontramos que la inmadurez emocional implica una perspectiva ingenua e intolerante ante ciertas situaciones de la vida. Especialmente, hacia aquello que supone un reto, lo que resulta incómodo y lo que es negativo. Quienes no hayan desarrollado un grado de madurez adecuado, tendrán dificultades ante el sufrimiento, la frustración y la incertidumbre. Mostrarán escaso autocontrol y autodisciplina. 

En esta ocasión, deseo ir un paso más allá y referirme a algunos elementos de las relaciones, a los cuales, nos apegamos.

Para que haya apego, o dependencia, debe haber algo que lo justifique: querer evitar lo que nos causa dolor, mantener una situación que nos produce satisfacción.

El apego en el que estemos inmersos, dependerá de la educación que hayamos recibido, de nuestra historia afectiva, de los valores que nos hayan inculcado, o de ciertas carencias personales que podamos tener. Nunca, de la elección que hayamos querido hacer nosotros, voluntariamente.

Apego a la seguridad  y a la protección

Las personas con baja autoeficacia, sienten que no son capaces de solucionar por sí mismas los problemas que se les presentan y perciben la realidad como demasiado amenazante. Creen que necesitan de alguien que les cuide, que se haga responsable de ellas, que les proteja, que les dé seguridad.

Las raíces de este apego pueden encontrarse en la sobreprotección parental, así como en la falta de apoyo, durante su crecimiento, para que vayan adquiriendo seguridad en sí mismas. De alguna forma, se les ha transmitido la idea de que el mundo es hostil y peligroso, que necesitan de alguien que les ayude y les proteja. Sentirse incapaces de valerse por sí mismas para solucionar sus problemas y estar convencidas de que el mundo es terriblemente amenazante, hace que las personas se perciban a sí mismas como indefensas, desamparadas y solitarias. La consecuencia de todo ello es predecible: no se sentirán con autonomía y libertad, y, por tanto, fácilmente desarrollarán comportamientos dependientes.

El apego a la estabilidad, a la permanencia, a tener a alguien en quien confiar

En ciertos individuos, la búsqueda de estabilidad está asociada a un profundo temor al abandono y a una hipersensibilidad al rechazo afectivo. Necesitan confiar en que la otra persona permanecerá cerca, que es estable, constante, predecible y perseverante en la relación.

La historia afectiva de estas personas está marcada por despechos, infidelidades, rechazos, pérdidas o renuncias amorosas que no han podido ser procesadas adecuadamente. Lo primordial para quienes tienen este tipo de apego es impedir otra deserción afectiva. El objetivo es mantener la unión afectiva a cualquier costo y que la historia no vuelva a repetirse.

Apego a las manifestaciones de afecto

En este tipo de apego, aunque indirectamente también se busca estabilidad, el objetivo principal no es evitar el abandono sino sentirse amado 

Son personas con baja autoestima, que se sienten valiosas cuando alguien les ama, cuando les dan muestras de afecto.

El cariño, la ternura y otras manifestaciones de afecto serán vistos por el apegado como señales de que el amor aún está presente. Si la expresión de afecto disminuye por cualquier razón, incluso intrascendente, el individuo adicto puede volcarse desesperadamente a recuperar "el amor perdido", como si la relación estuviera a punto de desbaratarse. Si por el contrario el intercambio afectivo es fluido y estable, el adicto obtendrá su consumo personal y todo volverá a la calma.

El apego al halago y a la admiración

El apego a la admiración está muy relacionado con los problemas de autoconcepto. El autoconcepto es la opinión que una persona tiene sobre sí misma, y qué tanto se acepta a sí misma. En un extremo están los narcisistas crónicos, que se creen como dioses, y  en el otro, los que viven defraudados de sí mismos, y se sienten insignificantes. Tengamos en cuenta que ese complejo de superioridad de los narcisistas suele querer disimular un bajo autoconcepto, que subyace en el fondo. Necesitan del halago y de la admiración para poder seguir manteniendo la idea que ellos se han creado de sí mismos.

Por lo que respecta a quienes se sienten insignificantes y viven defraudados de sí mismos, el apego es al reconocimiento y la adulación. Si alguien les muestra admiración y algo de fascinación, el apego no tarda en llegar. Exaltar el ego de una persona que se siente poca cosa, elogiar sus cualidades, otorgarle crédito y asombrarse ante alguna de sus habilidades que, nunca, le habían sido reconocidas, lleva a esta persona a sentir apego a esa admiración.

El apego "normal" al bienestar y al placer de toda buena relación

Ciertas formas de dependencia, o apego, son vistas como "normales" por la cultura, e incluso por la psicología. Esta evaluación benévola y complaciente tiene dos vertientes. La primera, argumenta que la existencia de estas "inocentes" adicciones ayuda a la convivencia. La segunda posición, sostiene que muchos de estos estimulantes afectivos no parecen relacionarse con esquemas inapropiados, sino con el simple placer de consumirlos. De todas formas, su frecuente utilización y la incapacidad de renunciar a ellos, los convierte en adictivos.

Los reforzadores que se obtienen de una buena relación varían de acuerdo con las preferencias del consumidor; sin embargo, la experiencia ha demostrado que algunas formas de bienestar interpersonal son especialmente susceptibles a generar apego. Señalaré cuatro de ellas: el sexo, los  mimos y la contemplación, el compañerismo y la afinidad. Y, finalmente, la tranquilidad.

Como es sabido, el apego sexual mueve montañas, derriba tronos, cuestiona vocaciones, quiebra empresas, destruye matrimonios y familias… Encantador y fascinante para algunos; angustiante y preocupante para otros. Cuando la adicción sexual es de parte y parte, todo anda a pedir de boca. La relación se vuelve casi que indisoluble. Pero si el apego es unilateral y no correspondido, el que más necesita del otro lo pasará mal y terminará por buscar otra alternativa, sin saber adónde le va a llevar.

El apego a los mimos y a la contemplación puede estar libre de todo apego sexual y de cualquier esquema deficitario. Ya sea por causas heredadas o aprendidas, la hipersensibilidad a los arrumacos pone en marcha un alud placentero, imposible de detener, que se irradia hasta los lugares más recónditos de nuestro organismo.

Contrariamente, para las personas inhibidas, tímidas, inseguras e introvertidas, la expresión de afecto puede ser el peor de los terrores.

Hay infinitas maneras de demostrar el afecto a la persona que se quiere, pero debe haber un receptor disponible. Cuando el dador de amor encuentra un terreno propicio para que la contemplación prospere, no hay nada más estimulante que  cuidar y agradar a la persona amada.

El apego al compañerismo y a la afinidad es mucho más fuerte de lo que uno podría creer. Hay personas supremamente apegadas, cuyo único y principal enganche es la confluencia de sus gustos e inclinaciones. No es fácil ser compañero, confidente y cómplice, pero si este nexo ocurre, la unión adquiere una solidez sustancial.

El apego a la convivencia tranquila y en paz es de los más apetecidos, sobre todo después de los cuarenta años. Se está dispuesto a cambiar pasión por tranquilidad, y se prefiere la calma hogareña a las emociones fuertes.



Bibliografía: Walter Riso, “¿Amar o depender?”


Un amor dependiente produce, siempre, un gasto excesivo de energías. Para acceder a él:
http://undiaconilusion.blogspot.com.es/2015/12/un-amor-dependiente-produce-siempre-un.html

Inmadurez emocional: algunos ejemplos de dependenciaPara poder leerlo: 

http://undiaconilusion.blogspot.com.es/2015/12/inmadurez-emocional-algunos-ejemplos-de.html



Imagen: Cuadro de Katerina Mertikas