miércoles, 18 de septiembre de 2019

Es conveniente tener en cuenta los cambios que ocurren en nuestras relaciones personales





Al igual que en otros artículos, cuando hablo de relaciones, me refiero a los diferentes nexos afectivos que podamos tener con familiares, amistades o parejas. También, al trato que otorgamos a las personas que vamos conociendo. Por lo tanto, quisiera que leyeran mis palabras teniendo en cuenta que son aplicables en contextos diversos.

Los cambios son parte de nuestra vida, aunque parezca que no se hayan producido. Algunos pueden ser casi imperceptibles, ya sea para uno mismo o para los demás. Otros, surgidos tras épocas de crisis, son grandes cambios. Suelen ser bastante evidentes, aunque, siempre habrá personas que no quieran verlos o prefieran ignorarlos.

Es conveniente tener en cuenta esos cambios que ocurren en nosotros y en nuestras relaciones. Para ello, además del autoconocimiento e introspección, debería haber apertura, sinceridad, respeto y la posibilidad de hablar sobre lo que es diferente, o lo que ya no es como era, llegando a acuerdos que sean válidos.

Conocemos a personas que no parecen evolucionar, que se aferran al pasado y a lo que les enseñaron. Pretenden que las cosas se hagan como siempre se hicieron en su familia, en las amistades que eligieron y en el núcleo social en el que quisieron incorporarse. No se dan cuenta que nadan contra corriente. Se empeñan en vivir sobre las bases de principios y modos de actuar inalterables. Pretenden que nadie se salte unas reglas que fueron inventadas en el pasado para solucionar situaciones que los momentos presentes les deparan. Consideran que todos cuantos pertenecen a su ámbito existencial deberían actuar de acuerdo al criterio que ellos tienen de lo que es correcto. Y, por eso, rechazan a quienes siguen pautas de comportamiento diferentes, llegando a cometer el grave error de calificar de impropio, equivocado y desatinado el proceder de los mismos. Y, confieso que me abstengo de reproducir los términos timoratos que ellos utilizan profusamente.

No es acertado decir que esos individuos moderan su actitud con el transcurso del tiempo. Más bien, todo lo contrario. Cada vez, son más rígidos e intolerantes con los demás. Intentan ocultar sus propios miedos: inseguridad, dolor e ira, ante la necesidad de ser tenidos en cuenta. En el fondo, bajo una máscara de perfección y bondad, serán seres asustadizos e inseguros. Cuando no, amargados, rencorosos y llenos de rabia.

Pero, es de justicia señalar que otras personas están en constante desarrollo, a partir del acceso a información que antes desconocían. Así como,  debido a experiencias que las llevan a cambiar algunas de sus viejas creencias por otras que se ajusten más a lo que ellas piensan. Así, poco a poco, vislumbran lo que antes no estaban preparados para comprender. Se van conociendo mejor y descubren qué es lo que contribuye a darles paz y bienestar emocional. Aprenden a confiar en su propio criterio y a cuestionarse si lo que reciben de otros es aceptable y enriquecedor, o si no lo es. Cuidan de ellas mismas y disfrutan con las interacciones sinceras, que les aportan elementos valiosos. Se hacen responsables de aquello que permiten en sus interrelaciones e identifican cuáles son los límites que son infranqueables, que no están dispuestas a permitir que se traspasen. Se valoran de forma más ajustada, teniendo en cuenta sus luces y sus sombras, sus puntos fuertes y aquellos de los que conviene ocuparse. Adquieren una mayor confianza en su capacidad para afrontar las dificultades que se les vayan presentando y para gestionar su vida, mientras van subiendo el listón de lo que valoran en una relación y de lo que no es negociable.

Lo deseable de nuestras relaciones es que sean enriquecedoras. Que podamos sentirnos a gusto, que nos lleven a conocernos mejor, que sean un aliciente para que se cumplan nuestros objetivos personales y los que, de forma conjunta, establezcamos para el futuro.

Quiero terminar con una frase de Lorraine C. Ladish:

La vida es demasiado corta como para desperdiciar tiempo con vínculos que nos vacían o restan energía. Y, demasiado corta, también, como para no estrechar los lazos que merecen la pena.





Bibliografía:

“Más allá del amor”, de Lorraine C. Ladish. Editorial Pirámide.



Imagen encontrada en internet: http://hopesrising.com/?p=2291