Para
la realización de este trabajo, me ha parecido muy oportuno utilizar el título
de uno de los capítulos del libro “El
Arte de decir NO”, de Hedwig kellner, que se inicia con un apartado llamado
“No es necesario mantener la palabra”.
A primera vista, las dos frases merecerían nuestro rechazo, ya
que contradicen algunas de nuestras creencias más arraigadas.
De
pequeños, nos enseñaron que debemos mantener nuestra palabra, que debemos
cumplir nuestras promesas y que no es bueno cambiar de opinión, constantemente.
En la mayoría de las ocasiones, siguen siendo unas enseñanzas muy adecuadas ya
que sientan las bases para que podamos confiar en otras personas.
Lo
que se les olvidó advertirnos, fue que nos encontraríamos con individuos que
sabrían cómo apelar a nuestros buenos sentimientos para conseguir que
pronunciemos un “Sí”, forzados por los argumentos que ellos esgriman ante
nosotros.
Se da
la paradoja que las personas a las cuales les cuesta decir “No”, tienen mayores
remordimientos que las que se aprovechan de ellas.
Nos
habremos encontrado, en más de una ocasión, con los grandes expertos de la
insistencia, quienes consiguen de nosotros que pronunciemos un “Sí”, cuando en
realidad hubiéramos preferido decir un “No”. Llamadas, mensajes, halagos, y
presiones sutiles, consiguen que al final respondamos afirmativamente. Y éste
es el problema: las personas amables y correctas, se convierten en víctimas de
otras, más audaces y egoístas.
En
lugar de que la otra persona se sienta mal por habernos manipulado, somos
nosotros quienes estamos mortificados; como consecuencia de los principios que
nos infundieron y que mantuvimos durante años, los cuales hacen que nos
digamos, a nosotros mismos, frases como ésta: “Ahora no puedo echarme atrás
pues le he dado mi palabra”.
Con
seguridad, la hubiéramos mantenido, de no habernos encontrado con las
manipulaciones de personas caprichosas, tozudas y egoístas, o de gente
francamente malintencionada.
“No debes cumplir una promesa que otro ha
conseguido que pronuncies, bajo presión”.
Kellner,
se refiere a algunas situaciones en las que no estamos obligados a cumplir con
la palabra dada:
Te
acosaron, o te sorprendieron con una petición a la que no pudiste renunciar
porque ni siquiera te dieron tiempo para pensar sobre ella.
Te
presionaron con amenazas o con manipulaciones.
Te
engañaron. Luego descubriste que no era verdad lo que te dijeron.
Intentaste
decir “No”, pero siguieron insistiendo con nuevos argumentos. Por cansancio o
porque a uno ya no se le ocurren más argumentos, se acaba aceptando el
chantaje.
Por
nuestro bien, intentemos liberarnos de la obligación de tener que mantener
siempre nuestra palabra. Conviene reservarla para las ocasiones en las que nos
hemos comprometido sincera y libremente.
Tengamos
en cuenta que las personas que nos piden algo y no aceptan un “No” por
respuesta, nunca han considerado que nos estaban pidiendo un favor. Se trataba
de una orden camuflada tras una petición.
“Nadie tiene derecho a conseguir de
nosotros algo, bajo presión”
No
debemos preocuparnos si hemos dicho “Sí” a una petición cuando en realidad
hubiéramos preferido decir “No”. Aún estamos a tiempo de retirar la afirmación
y dar nuestra negativa a aceptar lo que nos proponen o imponen. Tengamos en
cuenta las siguientes razones:
El
ruego o la petición nos vino por sorpresa.
Nos
es posible cumplir con nuestra promesa.
La
situación ha cambiado.
Tienes
nueva información que te lleva a cambiar de opinión.
Te
has sentido presionado.
No
habías pensado qué consecuencias podía tener responder afirmativamente.
La
otra persona no cumple lo que le corresponde hacer a ella.
El
hecho de cambiar de opinión suele desencadenar protestas: ¡No me lo puedes
hacer! ¡Me lo prometiste! ¡Primero dices que sí y luego que no. No sabes lo que
quieres! ¡No es justo que ahora rompas tu promesa! ¡Confiaba en ti. Ahora ya no
puedo cambiarlo! ¡Me has decepcionado! ¡No esperaba esto de ti! ¿Y ahora qué
hago?
Es
probable que nos insistan para que volvamos a cambiar de opinión. En este caso,
es muy importante que nos mantengamos en nuestra postura. No sucumbamos ante
los comentarios, negativos o aduladores, que puedan dirigirnos. No esperemos
que el otro sea comprensivo y nos diga: “No pasa nada. Te entiendo”. Eso puede
ocurrir más adelante. De momento, ante la negativa, el otro estará a la
defensiva y seguirá insistiendo. En ocasiones, pasan directamente a mostrarse
ofensivos.
Es
fundamental que les dejemos claro que no vamos a dar un paso atrás: “Por favor,
no insistas. No voy a cambiar de opinión”. “Entiendo tu decepción, pero ésta es
mi decisión”. Y, a continuación, lo mejor es terminar la conversación. Dale
tiempo al otro para que se tranquilice y recapacite sobre lo que le has dicho.
La
ventaja que tenemos, cuando queremos rectificar, es que podemos escoger el
momento que nos parezca más adecuado y preparar una serie de argumentos que
apoyen nuestra decisión. Por otro lado, el factor sorpresa estará de nuestra
parte, ya que no se espera que cambiemos de opinión.
Además,
se les quitarán las ganas de seguir presionando, ya que sabrán que aunque
digamos un “Sí” a sus demandas, luego podemos reflexionar y cambiar de opinión.
Será más difícil que consigan manipularnos o chantajearnos para conseguir lo
que ellos desean.
Bibliografía:
KELLNER,
Hedwig: “El arte de decir NO”, Ediciones
Obelisco.
¡Increíble!Acabo de vivir una situación que encaja a la perfección con lo descrito. Creo que estoy aprendiendo a no sentir remordimientos por tomar una decisión justa que a la otra persona le cuesta entender. Le daremos tiempo para que reflexione. Eres muy buena describiendo las situaciones y hacernos sentir tranquilos con nuestras decisiones. ¡Un abrazo!
ResponderEliminarPaloma, algo que mucha gente no entiende es que cada uno de nosotros es el único que debe juzgar sus propios pensamientos, sentimientos y decisiones. Algunos se creen con derecho de organizar la vida de los demás. Espero que aprendamos a decir NO, cuando sea necesario, y si hemos dicho un SÍ, cuando queríamos decir NO, tenemos todo el derecho a cambiar de opinión, corrigiendo una situación en las que nos hemos visto forzados por las circunstancias...
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