martes, 31 de mayo de 2016

Aunque hayas dicho “Sí”, siempre puedes decir que “NO”




Para la realización de este trabajo, me ha parecido muy oportuno utilizar el título de uno de los capítulos del libro “El Arte de decir NO”, de Hedwig kellner, que se inicia con un apartado llamado “No es necesario mantener la palabra”. A primera vista, las dos frases merecerían nuestro rechazo, ya que contradicen algunas de nuestras creencias más arraigadas.

De pequeños, nos enseñaron que debemos mantener nuestra palabra, que debemos cumplir nuestras promesas y que no es bueno cambiar de opinión, constantemente. En la mayoría de las ocasiones, siguen siendo unas enseñanzas muy adecuadas ya que sientan las bases para que podamos confiar en otras personas.

Lo que se les olvidó advertirnos, fue que nos encontraríamos con individuos que sabrían cómo apelar a nuestros buenos sentimientos para conseguir que pronunciemos un “Sí”, forzados por los argumentos que ellos esgriman ante nosotros.

Se da la paradoja que las personas a las cuales les cuesta decir “No”, tienen mayores remordimientos que las que se aprovechan de ellas.

Nos habremos encontrado, en más de una ocasión, con los grandes expertos de la insistencia, quienes consiguen de nosotros que pronunciemos un “Sí”, cuando en realidad hubiéramos preferido decir un “No”. Llamadas, mensajes, halagos, y presiones sutiles, consiguen que al final respondamos afirmativamente. Y éste es el problema: las personas amables y correctas, se convierten en víctimas de otras, más audaces y egoístas.

En lugar de que la otra persona se sienta mal por habernos manipulado, somos nosotros quienes estamos mortificados; como consecuencia de los principios que nos infundieron y que mantuvimos durante años, los cuales hacen que nos digamos, a nosotros mismos, frases como ésta: “Ahora no puedo echarme atrás pues le he dado mi palabra”.

Con seguridad, la hubiéramos mantenido, de no habernos encontrado con las manipulaciones de personas caprichosas, tozudas y egoístas, o de gente francamente malintencionada.


 “No debes cumplir una promesa que otro ha conseguido que pronuncies, bajo presión”.


Kellner, se refiere a algunas situaciones en las que no estamos obligados a cumplir con la palabra dada:

Te acosaron, o te sorprendieron con una petición a la que no pudiste renunciar porque ni siquiera te dieron tiempo para pensar sobre ella.

Te presionaron con amenazas o con manipulaciones.

Te engañaron. Luego descubriste que no era verdad lo que te dijeron.

Intentaste decir “No”, pero siguieron insistiendo con nuevos argumentos. Por cansancio o porque a uno ya no se le ocurren más argumentos, se acaba aceptando el chantaje.


Por nuestro bien, intentemos liberarnos de la obligación de tener que mantener siempre nuestra palabra. Conviene reservarla para las ocasiones en las que nos hemos comprometido sincera y libremente.

Tengamos en cuenta que las personas que nos piden algo y no aceptan un “No” por respuesta, nunca han considerado que nos estaban pidiendo un favor. Se trataba de una orden camuflada tras una petición.


“Nadie tiene derecho a conseguir de nosotros algo, bajo presión”


No debemos preocuparnos si hemos dicho “Sí” a una petición cuando en realidad hubiéramos preferido decir “No”. Aún estamos a tiempo de retirar la afirmación y dar nuestra negativa a aceptar lo que nos proponen o imponen. Tengamos en cuenta las siguientes razones:

El ruego o la petición nos vino por sorpresa.

Nos es posible cumplir con nuestra promesa.

La situación ha cambiado.

Tienes nueva información que te lleva a cambiar de opinión.

Te has sentido presionado.

No habías pensado qué consecuencias podía tener responder afirmativamente.

La otra persona no cumple lo que le corresponde hacer a ella.


El hecho de cambiar de opinión suele desencadenar protestas: ¡No me lo puedes hacer! ¡Me lo prometiste! ¡Primero dices que sí y luego que no. No sabes lo que quieres! ¡No es justo que ahora rompas tu promesa! ¡Confiaba en ti. Ahora ya no puedo cambiarlo! ¡Me has decepcionado! ¡No esperaba esto de ti! ¿Y ahora qué hago?

Es probable que nos insistan para que volvamos a cambiar de opinión. En este caso, es muy importante que nos mantengamos en nuestra postura. No sucumbamos ante los comentarios, negativos o aduladores, que puedan dirigirnos. No esperemos que el otro sea comprensivo y nos diga: “No pasa nada. Te entiendo”. Eso puede ocurrir más adelante. De momento, ante la negativa, el otro estará a la defensiva y seguirá insistiendo. En ocasiones, pasan directamente a mostrarse ofensivos.

Es fundamental que les dejemos claro que no vamos a dar un paso atrás: “Por favor, no insistas. No voy a cambiar de opinión”. “Entiendo tu decepción, pero ésta es mi decisión”. Y, a continuación, lo mejor es terminar la conversación. Dale tiempo al otro para que se tranquilice y recapacite sobre lo que le has dicho.

La ventaja que tenemos, cuando queremos rectificar, es que podemos escoger el momento que nos parezca más adecuado y preparar una serie de argumentos que apoyen nuestra decisión. Por otro lado, el factor sorpresa estará de nuestra parte, ya que no se espera que cambiemos de opinión.

Además, se les quitarán las ganas de seguir presionando, ya que sabrán que aunque digamos un “Sí” a sus demandas, luego podemos reflexionar y cambiar de opinión. Será más difícil que consigan manipularnos o chantajearnos para conseguir lo que ellos desean.




Bibliografía:

KELLNER, Hedwig: “El arte de decir NO”, Ediciones Obelisco.


Identificación de los escritos referidos a la asertividad, publicados en mi “blog”
Escritos sobre asertividad
Los derechos asertivos, contra los intentos de manipulación ajenos

Relación de derechos asertivos 




Mi agotadora tarea de aprender a decir “No”





¡Parece mentira! Llevo años leyendo sobre lo importante que es aprender a decir “No”, sin sentirme culpable. He ayudado a muchas personas a que aprendan a no callar aquello que sienten y a expresarse con firmeza, sin que ello suponga ningún tipo de agresividad. A que no caigan en la tentación de pronunciar un  “Sí”, cuando hubieran querido dar un “No” rotundo.

Todavía, hay ocasiones en las que, sin embargo, me encuentro asumiendo un compromiso, llevada por la manera en la que me formulan una petición, aun a sabiendas de que mi interior clama por un “No”. Transcurrido un tiempo, le doy la razón a mi consciencia y me doy cuenta de que tengo todo el derecho a cambiar de opinión. Me armo de valor y rectifico mi error. Pero, nadie me quita el mal trago que paso desde antes de tomar esta decisión, hasta que la llevo a la práctica.

Tiendo a pensar que las personas, con las que me relaciono, son parecidas a mí. Que son sinceras, honestas, que van con la verdad por delante y que se puede confiar en ellas. Aunque, mi cerebro, me dice que no es así. Sé que cada uno es como es. Que me voy a encontrar con personas de todo tipo; algunas, con formas de actuar distintas y valores radicalmente opuestos a los míos.

La sabiduría popular utiliza refranes, como: “Hay de todo en la viña del Señor”, “Cada uno es hijo de su padre y de su madre”, y muchos otros. Aunque, con respecto a este último, tengo que reconocer que, en la familia, es donde empezamos a ver las grandes diferencias entre unos y otros. Aun habiendo ciertos elementos en común, existen muchos en los que podemos ser muy diferentes los miembros de una misma familia. En su forma de ver el mundo, las relaciones, los negocios, el amor, la amistad, las prioridades… Pero el propósito de este escrito no es el de centrarnos en la familia.

A pesar de que me he llevado unos cuantos desengaños en la vida, sigo confiando en la gente. En principio, creo lo que me dicen. Si en algún momento pasa por mi cabeza la idea de que puedan estar engañándome, o de que no es cierto todo cuanto me trasladan, la rechazo rápidamente. No quiero creer que sea cierto. Me cuesta pensar que las personas puedan utilizar tan “alegremente” las palabras y no ser consecuentes con lo que han dicho.

Otras personas son muy peligrosas. Son lobos disfrazados de ovejas. Parecen ser respetables y honradas. Sin que te des cuenta, te van enredando. Van tejiendo una trama argumental, semejante a una tela de araña, de la cual parece ser imposible escapar. ¡Tienen la desfachatez de decirte que no les decepciones! ¡Te vienen con unas historias! ¡Qué inventiva! Poseen una gran habilidad para que logres creer que lo que te dicen es cierto y para hacerte sentir culpable si no sigues su “juego”. Si, llegado el momento, dices que “No” a lo que te están pidiendo, se muestran extrañados, ofendidos, desconcertados, heridos… y tratan de insistir en que son honestos y nunca han querido engañarte. Sólo son palabras. Su forma de proceder demuestra que son indignos.

Llegados a este punto, te pido encarecidamente que te quedes con el mensaje siguiente:




(Nota: Si quieres saber más sobre este tema, no te pierdas el siguiente escrito del blog.) Aunque hayas dicho “Sí”, siempre puedes decir que “NO”


A continuación, les dejo los enlaces a los escritos de asertividad del blog y a los derechos asertivos.





sábado, 28 de mayo de 2016

La principal tarea de los adolescentes debe ser la de descubrir quiénes son



La principal tarea de los adolescentes debe ser la de descubrir quiénes son


Durante los últimos años de Colegio o Instituto, nuestros jóvenes deben tener diferentes oportunidades para explorar cuáles son sus intereses y sus sueños, para descubrir lo que les apasiona y lo que da sentido a sus vidas.

Debemos hacer un esfuerzo para permitir que el futuro de nuestros hijos no vaya a ser tan ajetreado y estresado como el nuestro. Conviene recordar que nuestros adolescentes necesitan tiempo para relajarse. Necesitan gozar de mucho tiempo de actividad reducida, incluso de inactividad. Tiempo para escuchar música, pensar, estar con amigos… Es preciso tener cuidado de no sobrecargar su tiempo, imponiéndoles un exceso de actividades.

Me llamó mucho la atención leer que el principal deber de los adolescentes debe ser el de descubrir quiénes son, cómo son, qué es lo que les gusta y lo que no desean para ellos. Gozar de su tiempo para hacer amigos y para descubrir el amor, explorar sus talentos y descubrir cuáles son sus sueños. ¡Es fundamental que, como padres, les permitamos suficiente libertad para que sean ellos mismos! Solemos pensar en la adolescencia como una época muy difícil, especialmente por lo que hace referencia a las relaciones entre padres e hijos. Hoy, descubro que no le damos la suficiente relevancia a esa época de nuestros hijos, en la que van a ir poniendo las bases para lo que va a ser su vida adulta. De ahí pueden surgir grandes amistades. Posiblemente, el amor de su vida. Aunque esto último no llegara a suceder, aprenderán a conocerse a sí mismos y a forjar su carácter. Conviene que dispongan de tiempo libre, mientras descubren quiénes son realmente y en quiénes quieren convertirse.

Aunque, no hacer nada productivo, nos pueda parecer una pérdida de tiempo, para ellos, supone un alto en el camino para reflexionar, relajarse y averiguar el rumbo que desean tomar. Esto es fundamental en su desarrollo y prepara a los adolescentes para las inevitables tensiones a las que habrán de enfrentarse. En cuestión de pocos años, tendrán que tomar decisiones sobre la universidad, su trabajo y sus relaciones amorosas, las cuales serán trascendentes para la configuración de sus vidas.

Cuanto más aprendan acerca de sí mismos, mucho mejor preparados estarán para tomar esas importantes decisiones.


¿Cuál es su opinión al respecto?




Bibliografía:

“Cómo convivir con hijos adolescentes. Permaneciendo en sintonía con ellos y proporcionándoles una verdadera ayuda en sus vidas”,  escrito por Dorothy Law Nolte y Rachel Harris.

En ingles:

"Teenagers Learn What They Live, Parenting to Inspire Integrity & Independence", written by Dorothy Law Nolte and Rachel Harris.



To read this text in English, please, go to the following link:

http://letushaveanicedaytoday.blogspot.com.es/2016/05/the-main-target-for-adolescents-must-be_28.html







martes, 17 de mayo de 2016

La autoestima: exponente máximo de nuestras potencialidades



La autoestima es una necesidad básica del ser humano. Es esencial para que podamos tener un desarrollo normal y sano. Si no tenemos una buena  autoestima, el crecimiento psicológico se ve perturbado. Nuestra forma de afrontar la existencia será mucho más ardua y tendremos poca resistencia ante los problemas de la vida. Nuestra permanente preocupación será evitar el dolor, en vez de experimentar alegría. Los aspectos negativos tendrán más poder sobre nosotros que los positivos.

De todos los juicios que hacemos en nuestra vida, ninguno es tan importante como la forma en la que nos valoramos a nosotros mismos. Este juicio tiene una gran repercusión, en cada momento y en cada aspecto de nuestra existencia. Nuestra autovaloración es el contexto básico en el que actuamos y reaccionamos, elegimos nuestros valores, fijamos nuestros objetivos y nos enfrentamos a los desafíos que se nos presentan.

Nathaniel Branden, es una de las personas que más ha estudiado y escrito sobre este tema. En su libro “Los seis pilares de la autoestima” afirma que, la misma, no se refiere, solamente, al sentimiento de querernos y valorarnos a nosotros mismos: eso sería la antesala de la autoestima.

La autoestima es la disposición a considerarnos competentes para hacer frente a los desafíos básicos de la vida, sintiendo que somos merecedores de la felicidad.

La autoestima incluye dos conceptos fundamentales, relacionados entre sí. La eficacia personal, que es la confianza en nuestra capacidad de pensar, razonar, aprender, elegir, tomar las decisiones adecuadas y conseguir aquello que nos propongamos. Y, el respeto por sí mismo, que sería la confianza en nuestro derecho a ser felices; lo cual, se materializa en la convicción de que los logros, el éxito, la amistad, el amor y la satisfacción personal son adecuados para nosotros.

Los desafíos que debemos afrontar, ya sea porque nosotros nos los hemos planteado, o porque se nos presentan, incluyen aspectos tan fundamentales como ser capaces de ganarnos la vida, cuidar de nosotros mismos, mantener relaciones que sean satisfactorias, tener la entereza que nos permite recuperarnos de la adversidad y perseverar en nuestras aspiraciones.

La solidez del concepto que tengamos acerca de nosotros mismos es algo más que una opinión o un sentimiento: ¡Es una fuerza motivadora! Inspira un tipo de comportamiento e influye directamente en nuestros actos. Hay una retroalimentación permanente entre nuestras acciones y nuestra autoestima. El nivel de nuestra autoestima influye en nuestra forma de actuar, y viceversa.

Si somos poseedores de una alta autoestima, será más probable que nos esforcemos ante las dificultades, en lugar de renunciar a enfrentarnos a ellas; o bien, que lo intentemos, pero sin estar convencidos de nuestra propia capacidad.

Con respecto a nuestra autoestima, el grado de convencimiento del que gocemos, tendrá profundas consecuencias en cada aspecto de nuestra existencia: en la forma de actuar en el puesto de trabajo, en el trato con las personas, en el nivel al que lleguemos en la consecución de nuestros objetivos. Y, en un plano íntimo, en la persona de la que nos enamoremos, en la forma de relacionarnos con nuestro cónyuge, con nuestros hijos y con nuestros amigos. Por supuesto, también, en el nivel de felicidad personal que alcancemos.

Una autoestima saludable tiene correspondencia con la racionalidad, el realismo y la intuición. Con la creatividad, la independencia, la flexibilidad y la capacidad para aceptar los cambios. Con el deseo de admitir y corregir los errores, con la benevolencia y con la disposición a cooperar.

Una autoestima baja se correlaciona con la irracionalidad y la ceguera ante la realidad. Con la rigidez, el miedo a lo nuevo y a lo desconocido. Con la conformidad inadecuada, o con una rebeldía poco apropiada. Con estar a la defensiva, con la sumisión, el comportamiento reprimido de forma excesiva y con el miedo a la hostilidad de los demás.

La autoestima no es algo estático, sino que puede tener algunas fluctuaciones, en el transcurrir del tiempo.

Hay épocas en las que confiamos en nuestras propias capacidades para hacer frente a los retos que se nos presentan, en las que somos conscientes de que merecemos tener ese éxito que deseamos. Cuanto más confiemos en nuestro valor, en nuestra capacidad para pensar y tomar buenas decisiones, más nos atreveremos a actuar, a seguir adelante, a lanzarnos a nuevas aventuras.

En ocasiones, independientemente de nuestra formación, de las experiencias vividas, de nuestros valores e intereses, podemos llegar a dudar de nosotros mismos, de nuestra habilidad para conseguir aquello que nos proponemos. Lo anterior, puede suceder cuando dejamos de considerarnos protagonistas y centramos nuestra atención en algunos aspectos de la vida de otras personas; como su familia, su relación de pareja, sus logros... Por ejemplo, cuando comparamos nuestros méritos con los de otras personas que tienen más experiencia, otros estudios o mayor edad. Es conveniente creer en nosotros mismos, en que seremos capaces de superar obstáculos y conseguir nuestros propios logros. No nos infrinjamos castigo, a nosotros mismos, venerando a aquellas personas que han conseguido éxitos admirables. Que nos sirva de estímulo para recorrer nuestro propio camino, que seguramente será diferente al de todas ellas.

Cada uno tiene sus propios valores e intereses, habilidades y conocimientos. Lo importante es que vayamos dando pasos que nos lleven a conseguir lo que deseamos. Conviviendo con los aciertos y desaciertos que, inevitablemente, nos encontramos en el camino, a medida que consolidamos nuestro presente. Porque, el futuro ya vendrá y nos irá proporcionando situaciones inesperadas, las cuales tendremos que afrontar, irremediablemente. 

En algunas épocas de nuestra vida, subestimamos nuestras propias capacidades, dando pie a que las inseguridades y los miedos hagan que actuemos muy por debajo de nuestras propias posibilidades. Sin darnos cuenta, renunciamos a nuestros sueños, a nuestras metas y a nuestros objetivos. Porque, si llegamos a tenerlos, los descartamos rápidamente, o no ponemos todo nuestro empeño por conseguirlos.

Vivimos en cámara lenta, o a media marcha. Contemplamos cómo se mueve todo a nuestro alrededor sin nuestra verdadera participación.






Bibliografía:

BRANDEN, Nathaniel: “Los seis pilares de la autoestima”, Ediciones Paidós.

BRANDEN, Nathaniel: “La autoestima de la mujer”, Ediciones Paidós.



domingo, 8 de mayo de 2016

La primera técnica de pensamiento




En su libro “Aprender a pensar”, Edward de Bono nos explica algunas de las técnicas utilizadas en su programa “CORT THINKING”, sobre el desarrollo del pensamiento.

El método CORT puede ser visto como el “método de las gafas”. Si una persona es miope y le das las gafas apropiadas, podrá ver más y con mayor claridad. Las técnicas de pensamiento, como el PNI, desempeñan la función de las gafas al permitirnos ver con mayor claridad y amplitud. Después, reaccionaremos ante lo que encontremos.

CORT proviene de Cognitive Research Trust que, en español, correspondería a Fundación para la Investigación Cognitiva.

Aquí, les presento la primera:

PNI = Positivo, Negativo, Interesante (En el idioma inglés, se conoce por  PMI = Plus, Minus, Interesting)

P significa Positivo, los puntos a favor, lo que nos gusta, lo que nos parece bien.

N representa lo Negativo, los elementos en contra, los inconvenientes.

I se refiere a lo que puede ser Interesante, o los puntos a tener en cuenta.

Para aplicar la técnica PNI, partimos del enunciado de un problema, una situación o una sugerencia. Cuando se está aprendiendo a trabajar con el PNI, algunos de los ejercicios pueden ser imaginativos, exagerados o sobre cosas poco trascendentes. Una vez familiarizarnos con la técnica, podremos aplicarla cuando lo estimemos conveniente.

Cuando hacemos un PNI dirigimos nuestra atención en varias direcciones, de forma deliberada, como cuando estamos en medio de un paisaje y tratamos de abarcar todo lo que podamos encontrar a nuestro alrededor, con la mirada y la imaginación.

En un principio, prestaremos atención hacia todo lo que nos pueda parecer Positivo con respecto a la situación planteada, y anotaremos todas las ideas que se nos ocurran. A continuación, nos fijaremos en lo Negativo, en los aspectos oscuros, en los inconvenientes y en todo lo malo que se nos pueda ocurrir. Finalmente, habremos llegado a la parte que a mí me gusta más, por ser inusual:

Centrarnos en lo Interesante, agrupando todos los puntos y comentarios que no sean positivos, ni negativos y señalando lo que puede haber de interesante en el planteamiento. Registraremos todo lo que este tema nos pueda sugerir, las dudas que nos gustaría resolver y las soluciones que podría brindarnos. Lo que nos motiva y lo que nos llama la atención. Así mismo, veremos cómo nos puede llevar a nuevas ideas o a resolver otros problemas.      

Conviene señalar que, si un punto en particular se ve como positivo y como negativo, debemos incluirlo bajo ambos encabezamientos.

Algunas veces, se nos ocurrirán muchas ideas y, en otras ocasiones, muy pocas. En una columna, podemos tener dos o tres y, en otra, diez o más. No le demos importancia alguna, lo fundamental será que nos centremos en cada uno de los tres puntos, de forma consecutiva. Sin juicios y sin elaborar las ideas, por muy absurdas o descabelladas que puedan parecer. No es el momento de criticarlas, ni el de rechazarlas o mejorarlas. Deberemos tomar nota de todas las ideas que se nos ocurran, tal como suele suceder en el ejercicio del más ortodoxo  “Brainstorming”.

Habitualmente, cuando nos hacen una pregunta, o nos piden que digamos lo que pensamos sobre un tema, existe la tendencia a tomar posición a favor, o en contra, sin haber explorado y profundizado suficientemente en el mismo. Luego, buscamos argumentos para sustentar lo que hemos dicho en un principio, y rechazamos todo aquello que nos parece improcedente. Sin embargo, en el caso de aplicarle un PNI a la situación expuesta, nos sorprenderíamos con algunas de las ideas que podrían surgir.

Para que haya una mayor claridad en cuanto a esta técnica, desearía exponerles las respuestas que dieron, al ejercicio, algunos alumnos de la Facultad de Ciencias.

Suponga que le piden desarrollar un PNI para explorar una atractiva propuesta: Hay que pintar todos los automóviles, de color amarillo.

P
-          Se verán más fácilmente en las carreteras.
-          Será más fácil verlos de noche.
-          Se terminaría el problema de decidir qué color te gusta.
-          No habría que esperar obtener el color deseado.
-          Se simplificarían las cosas para el fabricante.
-          El concesionario necesitaría menos stock de unidades.
N
-          Sería aburrido.
-          Nos sería difícil localizar el coche en un aparcamiento.
-          Sería más fácil robar coches.
-          El exceso de amarillo podría cansar los ojos.
-          A la policía le resultaría difícil perseguir a los coches.
-          Los testigos de accidentes lo pasarían muy mal.
-          Se restringiría tu libertad de elección.
-          Algunas empresas de pinturas quebrarían.
I
-          Sería interesante ver si surgían diferentes tonos de amarillo.
-          Se podría ver si la gente aprecia el factor seguridad.
-          Serviría para ver si cambian las actitudes ante los coches.
-          Sería interesante ver si sería aplicable.
-          Podríamos ver quién apoyaría esta sugerencia.

Hacer un PNI, es sencillo. Sin embargo, resulta más complicado dirigir la atención en una dirección, después de otra, cuando nuestros prejuicios ya han decidido lo que sentimos, ante una idea. Lo importante es esa “voluntad” de mirar en una dirección. Una vez logrado, el desafío natural de la inteligencia consiste en encontrar tantos puntos Positivos, Negativos o Interesantes, como se puedan.

El PNI puede ser utilizado individualmente, o en grupo. De todas formas, si se utiliza en grupo, es preferible que, primero se realice un trabajo individual, donde cada uno dedique unos minutos a buscar las ideas que se le ocurran y, a continuación, se expongan las diferentes ideas al grupo. En cada caso, se dedicarán unos tres minutos para el ejercicio completo.

Con el objeto de practicar, sería bueno que hicieran un PNI con cada uno de los tres ejercicios siguientes:

Todos deberían llevar un botón donde se indique su estado de ánimo.

Cada niño debería adoptar a una persona mayor a quien cuidar.

El matrimonio debería ser un contrato renovable cada cinco años.

Sería interesante que compartieras con nosotros cómo te sientes, después de haber hecho el ejercicio. Si te ha sorprendido, si los resultados fueron diferentes a la primera idea que se te ocurrió, cuando leíste el planteamiento.



Bibliografía:

DE BONO, Edward: “Aprender a pensar”, Plaza & Janés Editores.



Imagen:

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lunes, 2 de mayo de 2016

Si los adolescentes viven su vida con tensión, aprenden a soportar el estrés




Hemos experimentado, muchas veces, el estrés y sabemos que forma parte de nuestra existencia. Nos enfrentamos a obligaciones personales, familiares, profesionales y sociales, que parecen llevarnos constantemente de una tarea a otra.

La vida de nuestros hijos adolescentes también puede llegar a ser muy ajetreada, con los estudios, los deberes para casa, los deportes, las actividades extraescolares... Nuestros adolescentes pueden sentirse presionados desde diferentes frentes. Se les exige que alcancen unas metas, que sepan comportarse, que encajen entre ellos, que corran riesgos, que compitan, que se comprendan a sí mismos y que aprendan a entender a los demás.

Nuestros adolescentes aprenden a afrontar las situaciones de tensión que se les aparecen, observando cómo encaramos, nosotros, las diferentes situaciones que se nos presentan en el día a día. Nuestra capacidad para compaginar, con eficacia, las multifacéticas exigencias que se nos presenten, es el modelo que ofrecemos a nuestros adolescentes.

La adolescencia es una época difícil para nuestros hijos. Aunque parece que ya no nos tienen muy en cuenta, que no “contamos” tanto como antes, que nos dicen muy pocas cosas de su vida, siguen necesitando de nuestra ayuda y de nuestras sugerencias.

Si nos encontramos abrumados con nuestros propios problemas y responsabilidades, será difícil que nuestros hijos logren tener nuestra atención. Pueden intentar comunicarse con nosotros pero, desafortunadamente, hay momentos en los que no les escuchamos como ellos necesitarían que lo hiciéramos.

Podemos encontrarnos, muy a menudo, recordándoles un sinfín de cosas, que no deben olvidarse de hacer. Si deseamos que realicen varias tareas, resulta mucho más efectivo que se las demos por escrito. Así, ellos podrán revisar la lista e ir tachando las actividades, a medida que las completen.

Algunos padres, les dirán a sus hijos que se calmen, que no estén tan nerviosos, cuando son ellos los que van haciendo una cosa tras otra, o varias, simultáneamente, sin tomarse un minuto para respirar y relajarse. Los adolescentes no se pierden las contradicciones entre lo que sus padres les dicen y lo que, en realidad, hacen. Por otro lado, nuestros hijos parecen haber desarrollado una gran habilidad para desconectar, cuando los padres empiezan con sus broncas y sus consejos. Su cuerpo puede estar presente pero su mente está ocupada en otras cosas.

No nos damos cuenta que, sin quererlo, estamos contribuyendo, en gran medida, a aumentar la presión y las tensiones que puedan tener nuestros hijos adolescentes. Pretendemos que ellos se hagan cargo de sus vidas, recordándoles continuamente sus compromisos, desde nuestro punto de vista. Error craso, pues no estamos fomentando la autonomía y la responsabilidad en ellos, ya que somos nosotros los que nos “ocupamos” de recordarles lo que deben hacer y, por tanto, ellos no lo harán por sí mismos. Debemos ser conscientes que la forma como actuamos, puede significar la diferencia entre que ellos se sientan apoyados y comprendidos, a medida que van cumpliendo con su cometido, o que se sientan abrumados y nerviosos.

En ocasiones, deberíamos reconocer que estamos preocupados y nerviosos y, si nuestros hijos quisieran hablar con nosotros acerca de algo, tendríamos que decirles que ahora no podemos prestarles toda la atención que merecen. En su lugar, deberíamos emplazarles para conversar con ellos en otro momento que fuera más oportuno, por la noche, por ejemplo. ¡Y hacerlo! Debemos buscar un momento tranquilo y adecuado para escuchar lo que quieren decirnos.

Muy a menudo, podemos crearnos grandes expectativas en torno al desempeño académico y el futuro de nuestros hijos. Esto es una fuente de tensiones para padres y adolescentes. Debemos ser extremadamente cuidadosos para no agregar más presión a la que ellos ya soportan. Les podemos animar y guiar, proporcionar recursos, llevarles a visitar universidades o institutos, escucharles cuando hablan acerca de sus ambiciones y ansiedades, y desearles todo lo mejor. No es conveniente que les pidamos que cumplan nuestros propios sueños ¡Es su vida, no la nuestra!

Si les mostramos un franco interés al escuchar lo que ellos quieren compartir con nosotros, experimentarán la apertura mental necesaria para hablar de cómo se sienten, de sus temores y frustraciones… También sería conveniente que, como padres que somos, comprendiéramos que nuestros hijos tendrán que pasar por un proceso propio, en cuanto a superar los sentimientos de disgusto y decepción por algo que les haya ocurrido, antes de estar preparados para ver nuevas opciones.

Conviene que situemos a nuestros adolescentes en lo alto de nuestras prioridades y, además, que se los demostremos. Con frecuencia, esto implicará interrumpir lo que estemos haciendo, al menos por un momento, para atender a nuestros hijos. Aunque haya otros asuntos que puedan requerir de nuestra urgente actuación, es conveniente que ellos sientan que son lo más importante para nosotros.

A menudo, sus peticiones vienen en los momentos más inoportunos y sobre asuntos que a nosotros nos parecen poco trascendentes. Pero, tengamos en cuenta que si no les prestamos atención cuando están preocupados por cosas pequeñas, o de menor importancia, no podremos protestar cuando no confíen en nosotros para asuntos más difíciles.

Cuando les damos nuestra atención plena, aunque sea durante pocos minutos, aprendemos acerca de sus intereses, sus preocupaciones, sus deseos, sus habilidades… Esos momentos que compartimos juntos nos llevan a una forma especial de relacionarnos con ellos. En lugar de responderles ásperamente, cuando nos interrumpen, o de sermonearles acerca de la necesidad de que respeten nuestro trabajo, podemos entender su entusiasmo y buscar un momento en el que podamos hablar y ayudarles. Nuestros hijos entenderán que pueden contar con nuestra atención, cuando tengan algo que sea importante para ellos. Que ahí estaremos para responder adecuadamente a sus necesidades.




Bibliografía:

“Cómo convivir con hijos adolescentes. Permaneciendo en sintonía con ellos y proporcionándoles una verdadera ayuda en sus vidas”,  escrito por Dorothy Law Nolte y Rachel Harris.

En ingles:

"Teenagers Learn What They Live, Parenting to Inspire Integrity & Independence", written by Dorothy Law Nolte and Rachel Harris.



Para leerlo en inglés:

To read it in English:

http://letushaveanicedaytoday.blogspot.com.es/2016/05/if-teenagers-live-with-pressure-they.html