Por
causas meramente circunstanciales, he tenido en mis manos, en las últimas
semanas, análisis, estudios y comentarios acerca de personas narcisistas y
psicópatas.
Algunas
de ellas solo muestran ciertos rasgos identificativos. Otras, en cambio, cumplen
sobradamente con los criterios que se utilizan para el diagnóstico del
Trastorno de Personalidad Narcisista o del Trastorno Antisocial de la
Personalidad, que es el nombre clínico de lo que habitualmente conocemos como psicópata.
Llama
la atención que, aun cuando se perciban comportamientos peculiares en
individuos del propio entorno, hay bastante resistencia a aceptar que puedan
interpretarse como señales identificativas de tales trastornos. En cambio, se justifican
esas actuaciones como si fueran causadas por el estrés, o se contemplan como
unos hechos aislados, de los cuales, no es necesario preocuparse. No reaccionan
a tiempo ante palabras y conductas hirientes, humillantes o violentas, las
cuales, serían motivo más que suficiente para que saltasen todas las alarmas.
He
escogido un escrito, “Psicopatía vs
Trastorno De Personalidad Narcisista”
de Sara Rico, como punto de partida para mostrarles algunas similitudes y diferencias entre la Psicopatía y el Trastorno de
Personalidad Narcisista.
La
autora, psicóloga, señala que, por lo que respecta a los parámetros de
comportamiento, el Trastorno de Personalidad Narcisista manifiesta similitudes
con la psicopatía. Por ello, un narcisista
puede no tener un Trastorno Antisocial; pero, sin embargo, puede desenvolverse
en el mundo con una actitud psicopática. Esto sucede así porque, en ambos
trastornos, se da la imposibilidad de
una relación armónica con el complementario, siendo esta más bien parasitaria.
Cosificación y
utilización del otro
El complementario (la pareja, amigo o
familiar) no es considerado, en ninguno de los dos trastornos, como una persona
íntegra, con derechos y necesidades, sino, que es cosificado y visto como un medio para conseguir un fin.
El
mero uso de la palabra “complementario”, para referirse a las personas que
entran en relación con este tipo de personalidades, ya nos puede dar una idea
de hasta qué punto son consideradas como
agentes que les proveen de algo que necesitan y no como personas íntegras.
Desconexión afectiva
La
desconexión afectiva ocupa un lugar importante en ambos trastornos. Si bien, el
psicópata carece de emociones
profundas, el narcisista puede
fantasear una relación idílica que no llevará a término por estar incapacitado
para ello. Con el único propósito de salvaguardar su autoestima, atribuirá los
fracasos a la inadecuación o incompetencia del otro.
Ausencia de
sentimientos de culpabilidad
Ambos
trastornos presentan dificultades para experimentar sentimientos de culpa,
duelo o empatía con el sufrimiento que generan. Sin embargo existen algunas
diferencias de fondo. Mientras que el psicópata
no posee ese repertorio de respuestas, el narcisista
está desconectado de esas emociones, como un medio para lograr proteger una
autoestima frágil. El narcisista no puede permitirse una visión realmente clara
y equitativa, donde la otra persona sea considerada como un igual; tampoco reconoce
su parte de responsabilidad en los fracasos.
Ausencia
de arrepentimiento
El
narcisista, al igual que el psicópata, no manifiesta arrepentimiento verdadero
por actos que son éticamente inaceptables, toda vez, que él les otorga una
calificación distinta.
El psicópata no siente arrepentimiento. En
el caso del narcisista, este
proyecta en otros la responsabilidad de sus fracasos, para proteger su imagen inmaculada.
Además, como consecuencia de su trastorno, considera que debe ser tratado con
privilegios.
No
obstante, ambos tipos de personalidad pueden mostrar arrepentimiento simulado. Nunca
será un sentimiento real de comprensión lo que los motive, sino la intención de
seguir sacando beneficio del complementario, a través de engaños.
La
emoción de la ira
En el
psicópata y en el narcisista la ira es una emoción a flor de piel. Ambos están
limitados en cuanto a sentir emociones de carácter profundo. En cambio, son
probables las respuestas o reacciones coléricas como fruto de esta emoción
primaria.
Conductas sádicas
En
ambos trastornos pueden darse conductas sádicas. El psicópata puede experimentar placer por el simple hecho de infligir
dolor al otro.
Es
importante destacar que la mayoría de psicópatas bien adaptados no cometen
actos delictivos y asesinatos como muestra el cine. No por ello dejan de ser y
comportarse dentro de los parámetros de la psicopatía.
Ausencia
de empatía
En
ambos casos, existe una desconexión empática en cuanto a los sentimientos de la
otra persona, en pro de la satisfacción de las necesidades propias.
El psicópata obtiene placer en el hecho de
provocar dolor. El narcisista, por
su parte, obtiene el placer a través del sometimiento del otro y el
ensalzamiento del propio valor.
Relaciones
Es
importante destacar que los dos trastornos pueden presentarse tanto en hombres
como en mujeres, pero aparecen con mayor frecuencia en varones.
Ambos
trastornos se beneficiarían de la idea de semejanza y el sentimiento de empatía
que la víctima les otorga. Pero, cuando se da cuenta de que la otra persona
actúa de forma distinta, la víctima queda sumida en un estado de confusión.
Poco a poco, su autoestima se verá lesionada y se encontrará sin energía.
Se
genera una dinámica difícil de interrumpir.
Ya sea, por consideración a las virtudes del otro, que cree que compensan
el sufrimiento, o, porque piensa que es una persona a la que conseguirá cambiar
con amor y ayuda.
Es
importante que, en cualquiera de los casos, estemos atentos a las señales. Y,
que aprendamos a distinguir aquello que empieza a hacernos sentir mal, desde bien
pronto. Así, podremos alejarnos de este tipo de personas que se caracterizan
por tener un comportamiento depredador.
Para
finalizar, he pensado que les gustaría conocer unas curiosas consideraciones que tienen relación con el tema que aquí hemos estado tratando, que son muy ilustrativas de cómo pueden pensar estos individuos:
Quien lo comparte, afirma que es psicópata
y que puede decir que el remordimiento y la empatía brillan por su ausencia en su
personalidad.
En cuanto a la infancia, señala que no fue mala, ni mucho menos. De
hecho, afirma que tuvo unos excelentes padres, pero que como personas eran unos
verdaderos idiotas carentes de frialdad, siempre cayendo en el mismo error de
preocuparse por otra persona y no poniendo primero al núcleo familiar. No se
arrepiente de haberlos abandonado y haberlos manipulado desde que tiene memoria.
Más allá de eso, considera que tiene una vida exitosa, una novia que se cree
maravillas de él, sin hijos, porque no quiere cargas; resulta que trabaja como
abogado y manifiesta tener gran éxito profesional.
Está seguro que no tiene el patético
problema de la baja autoestima. No sabe si es narcisista, aunque es consciente de actúar por y para su propio beneficio.
No puede ver a las personas como
personas. Solo ve cosas, con una vida diferente a la suya. Tampoco es que le
preocupe, ya que en su trabajo nadie ve mal el ser despiadado. Ahí es cuando le
consideran capaz de destruir mentalmente al que se le interponga entre la meta
y él.
Todos pensaron que algún día
cambiaría. Él dice que sí lo hizo y que, ahora, se sabe camuflar mejor. Agrega
que, en una sociedad tan ciega, es muy fácil hacerlo así.
Considera que su “condición” es más bien
una ventaja que un problema, si se analiza con un poco más de detalle.
Sus padres eran ejemplares tanto para
ser bondadosos como para ser solidarios en exceso. Su vida no es triste ni le
da pena. Su vida es el reflejo de lo que merece por lo que trabajó tanto
tiempo, sin importar lo que hizo para lograrlo, ni como lo consiguió.
Continúa diciendo que puede que vean
a una persona mala, vacía e inmoral. Pero él se considera ser alguien con una
mente mecánica.
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